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várselo todo. A la media hora cesó. Parecía que
Satanás hubiera desplegado su ira, intentando
impedir el sagrado rito.
Una gran multitud, miembros de la nobleza de
Turín y de otras partes, el Gobernador de la
Ciudad, el Alcalde con varios miembros del
Municipio, los señores de la Comisión para la
tómbola, numerosos grupos de muchachos llegados de
varias ((**It8.99**)) partes,
la banda de música con un centenar de voces
argentinas estaban a punto para recibir a su
Alteza Real el Príncipe Amadeo de Saboya, Duque de
Aosta. Venciendo muchas y graves dificultades, se
había podido obtener de la Dirección de
Ferrocarriles que los alumnos del colegio de
Mirabello vinieran en esta ocasión para formar con
sus compañeros de Turín una especie de ejército.
A las dos se revestía con los hábitos
pontificales el Obispo de Susa, en medio de dos
filas de clérigos, y llegaba Su Alteza el Duque de
Saboya con su noble cortejo, saludado por la
marcha real.
El Venerable, revestido de manteo, le recibió y
acompañó al lugar preparado para él y allí se
quedó en pie a su derecha con el ritual abierto en
las manos y dando de vez en cuando alguna
explicación.
El señor Obispo, después de las preces y salmos
prescritos, roció con agua bendita los cimientos,
y después, seguido del Príncipe, de don Bosco y de
otros ilustres personajes, se dirigió hacia la
base del pilar de la cúpula del lado del
Evangelio, pilar que sobresalía algo del nivel del
pavimento. Entonces el Notario, levantada acta de
cuanto se hacía, la leyó en alta voz:
<((**It8.100**)) del
altar mayor. En esta piedra han sido encerradas
algunas monedas de metal y de valor distinto,
algunas medallas con la efigie del Sumo Pontífice
Pío IX y de nuestro Soberano, una inscripción en
latín que recuerda el objeto de esta sagrada
ceremonia. El benemérito ingeniero arquitecto
caballero Antonio Spezia concibió el proyecto y
con espíritu cristiano prestó y presta todavía su
labor en la dirección de los trabajos.(**Es8.96**))
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