((**Es8.859**)
que se maquinaba un nuevo golpe contra el
territorio que le quedaba a la Santa Sede.
En Orvieto se habían abierto públicamente las
listas de enganche para voluntarios, con la paga
de dos liras diarias. Se habían concentrado
numerosas bandas en distintos pueblos próximos a
la frontera. Junto a Sora, aunque desparramados,
se encontraban tres mil garibaldinos. De vez en
cuando penetraban en algún pueblo limítrofe cuando
estaban ausentes las tropas, abatían la bandera
pontificia y se retiraban después de haber
cometido reprobables desmanes: en el ayuntamiento
de Cervara capturaron y se llevaron consigo a la
montaña a tres personas, exigiendo un rescate de
ocho mil escudos; y hubo también algún intercambio
de disparos con los gendarmes.
El 2 de diciembre fue arriada la bandera
francesa del Castillo de Sant'Angelo. Una de las
dos divisiones imperiales, compuesta por nueve mil
quinientos soldados, había vuelto a Francia: la
otra se había concentrado en la provincia y ciudad
de Civitavecchia.
Roma y las otras provincias de Viterbo,
Frosinone y Velletri, estaban defendidas
exclusivamente por las milicias pontificias.
Mientras tanto, Napoleón enviaba una circular a
todas las potencias europeas, grandes y pequeñas,
protestantes y cismáticas, invitándolas a un
Congreso para dilucidar la cuestión romana. Los
periódicos sectarios de Italia, las proclamas de
la Comisión ((**It8.1012**)) de
insurrección, y los diputados en las Cámaras,
abiertas de nuevo el 5 de diciembre, envenenaban
el ambiente con furibundos y calumniosos discursos
contra el Papa y su gobierno, y hacían la apología
de su empresa, proclamando que era su derecho
entrar en el territorio pontificio y tomar
posesión de Roma. Con este relampagueo se
presagiaba una próxima y nueva tempestad.
Don Bosco, pues, escribía, fechando la carta en
Turín para indicar el lugar donde esperaba la
respuesta.
Muy querido señor Oreglia:
Le adjunto la carta del caballero Pazzini de
Bra, jefe de división en Hacienda, el cual escribe
a su esposa sobre la proposición que desearía
hacer con la granja. Por cuanto me dice su esposa
el cálculo está equivocado; tal vez llegaría a
treinta y cinco liras. Desean una respuesta lo
antes posible si es afirmativa, o mejor, que pase
por Florencia a su vuelta.
Lleve esta carta a monseñor Berardi: en ella le
hablo solamente de la salud. Esté tranquilo
porque, si voy a Roma, tendré verdaderos motivos
para ello. A los que temen por esta Ciudad dígales
que no tienen razón para ello. Diga a todos
claramente que no hay ninguna clase de temor.
Solamente hay que rezar.
El Párroco Arcipreste de Castelnuovo de Asti se
encomendó a María Auxiliadora
(**Es8.859**))
<Anterior: 8. 858><Siguiente: 8. 860>