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y don Bosco recibirá una buena limosna. El
miércoles o jueves estará de vuelta...
Hemos celebrado la fiesta de la Inmaculada con
más de seiscientas comuniones. Se confesaron casi
todos. El demonio, como Garibaldi en Mentana,
sufrió en estos días una derrota campal, por parte
de nuestros muchachos. De salud corporal estamos
bastante bien, a pesar de que el frío y la nieve,
aunque en pequeña cantidad, ha venido ya tres
veces en este invierno a darnos su no muy
agradable sorpresa. Don Bosco querría que yo me
callase para curar. Si no hay más remedio que ése,
tendré que ir a un desierto y aún no sé si podré
contenerme. Estar, en medio de tan locuaz juventud
en silencio, es un imposible. Porque, ahora un
ejemplo, ahora un juego, ahora una alabanza, etc.,
todo se complica para poner en movimiento la
lengua y los pulmones, que están cansados, tal vez
quisieran reposo. íAh! Con tal de que pueda un día
descansar en el paraíso, por el que usted y todos
trabajamos...
FRANCESIA, Pbro.
Así, pues, don Bosco era esperado en Mornese.
Este pueblo, lo mismo que muchos otros, estaba
desgraciadamente angustiado por el mildiu que
desde hacía veinte años devoraba casi todo el
viñedo, su principal riqueza. Sus habitantes
habían recurrido inútilmente a distintos remedios
para hacer desaparecer aquella enfermedad. En esto
se esparció la voz de que algunos campesinos de
los alrededores habían prometido una parte del
fruto de sus viñedos para la continuación de las
obras de la iglesia dedicada a María Auxiliadora
en Turín y que habían sido maravillosamente
favorecidos con una gran cosecha. Movidos entonces
los de Mornese con la esperanza de mejores frutos
y animados, a la par, por la idea de colaborar en
una obra de religión, determinaron ofrecer para el
mismo fin el diezmo de sus vendimias. La
protección de la Santísima Virgen se hizo patente
entre aquellos devotos. Tuvieron la abundancia de
los más felices tiempos y ahora ((**It8.1011**))
manifestaban su alegría al poder ofrecer
escrupulosamente lo que habían prometido, ya fuera
en géneros, ya en dinero.
Deseaban, sin embargo, poner en las mismas
manos de don Bosco su ofrenda.
Esto le daba ocasión a don Domingo Pestarino
para invitar al Venerable a bendecir el majestuoso
edificio de tres plantas destinado a colegio,
acabado en parte, y de la capilla contigua al
mismo.
Don Bosco consintió, pero antes de dejar Acqui,
escribió varias cartas, una de las cuales al
caballero Oreglia, en la que, entre otras cosas,
se lee un período dirigido a quitar en aquellas
circunstancias, esto es, para el resto del año
1867, toda preocupación del ánimo de sus
bienhechores acerca de la incolumidad de Roma.
Parecía evidente
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