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deber de condescender con su deseo. Don Bosco le
dejó hablar sin interrumpirle, y luego le hizo
comprender cómo el Vicario, monseñor Zappata,
había dado con el punto fundamental de la
cuestión.
-íPero son mis feligreses!, exclamó el teólogo
Abrate.
->>Sus feligreses? Pero si yo no hubiese
aceptado en casa a los que ahora son maestros
junto a mí, si les hubiese dejado con sus familias
porque no eran mis feligreses, >>hubieran llegado
éstos a ser maestros de tantos otros alumnos,
entre los cuales hay muchos de los suyos?
((**It8.1006**)) El
Párroco, que era hombre de talento y razonable,
respondió sonriendo:
-Bien, bien; este es un argumento que me
convence. Basta así;
usted y don Juan Cagliero me han convencido y
quiero persuadir a otros colegas míos para que
ayuden a don Bosco en su empresa y no le
contradigan más.
A partir de aquel momento dejó en libertad a
don Pablo Albera para que siguiera siendo
salesiano y, de vuelta a Caramagna, dijo a don
Bernardo Appendini:
-íEstamos perdidos! Don Bosco tiene razón: hay
que rendirse.
Y le contó lo que le había sucedido con el
Vicario y con el Siervo de Dios. Los dos párrocos
se conviertieron en entusiastas admiradores de don
Bosco.
Alguno, maravillado de este cambio, habló de
ello con el Venerable y éste dijo:
-Demos gracias al Señor, porque antes pagamos
caro el tenerlos en contra.
También el Arzobispo, con lisonjeras promesas
había intentado por todos los medios reducir a su
querer a don Pablo Albera, que estaba firme y
resuelto a no separarse del lado de don Bosco; y
por ello le hizo entender que no le admitiría a
las sagradas órdenes.
Don Bosco fue a tratar personalmente con
monseñor Riccardi la cuestión. El clérigo Albera
había emitido los votos trienales, y no obstante
no se quería reconocer que estuviese desligado de
la inmediata jurisdicción diocesana. Sin embargo,
después de un largo coloquio con Monseñor, don
Bosco concibió la esperanza de que las
dificultades serían allanadas y encargó a don Juan
Cagliero de ultimar los trámites.
Pero he aquí cómo cuenta monseñor Cagliero el
éxito de su misión, en el proceso ordinario para
la causa de beatificación y canonización del
Siervo de Dios:
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