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El 21 estaba don Bosco en el Oratorio para una
hermosa fiesta. La estatua de la Virgen, colocada
en lo alto de la cúpula, lo fue con su color
natural, de bronce. Las doce estrellas, que
formaban corona sobre su cabeza, estaban colocadas
de modo que podían ser iluminadas con llamitas de
gas. En el pedestal se había colocado esta
inscripción: Angela y Benedicto, esposos Chirio,
como obsequio a María Auxiliadora FF.; en recuerdo
del nombre de los beneméritos donantes.
Pero el color bronceado de la imagen hacía que
a cierta distancia resultara poco visible, por lo
que se pensó en dorarla. Una piadosa persona,
benemérita ya por muchos títulos, se encargó de
pagarlo; y el dorador fue G. Soave, exalumno del
Oratorio.
((**It8.998**)) Como
estuvieran ya terminados los demás trabajos de
guarnición y adorno, don Bosco procuró que fuese
bendecida con una de las más devotas solemnidades.
El arzobispo monseñor Riccardi, asistido por tres
canónigos de la Catedral y muchos sacerdotes quiso
acudir, él mismo, para realizar esta sagrada
función, que se celebró, parte en la iglesia nueva
y parte en la iglesita de san Francisco, donde,
tras un breve discurso para demostrar la
antigüedad del empleo de las imágenes en el pueblo
hebreo y en la iglesia primitiva, se impartió la
bendición con el Santísimo.
El momento en que se quitó el lienzo que cubría
la estatua fue solemne. La banda de música,
colocada en lo alto de la cúpula, hizo resonar las
armonías de un himno majestuoso en honor de María
y a ellas se unieron centenares de voces cantando.
-Salve, oh Virgen divina, -Salve, fuente de
piedad, -Tú eres Madre, Tú eres Reina, -de la
triste humanidad.
Y siguieron hasta la última estrofa de aquella
canción que les era tan familiar.
La estatua resplandecía, iluminada por los
rayos del sol: ya han pasado cuarenta y cinco años
en los que parece diga a cuantos la contemplan
desde cerca y desde lejos:
<<-Yo estoy aquí arriba, para recoger las
súplicas de mis hijos, para enriquecer con mis
gracias y bendiciones a los que me aman. Ego in
altissimis habito, ut ditem diligentes me et
thesauros eorum repleam>>.
Con esta fiesta quedaba confirmado el antiguo
sueño de don Bosco.
Mientras tanto había llegado a Turín el altar
del conde Bentivoglio, enviado desde Roma, y don
Angel Savio se lo comunicaba el 25 de noviembre al
caballero Oreglia.
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