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Queridísimo caballero Oreglia:
He recibido sus cartas con gran placer, pero no
he podido responder antes. En casa todo va bien:
salud perfecta y apetito excelente. Pasamos ya de
los ochocientos.
En la iglesia nueva: la estatua de la Virgen ya
está dorada; el altar mayor, terminado y colocado;
el pavimento, empezado. La Virgen nos ayuda
eficazmente cada día. Pero los tiempos hacen que
las limosnas sean tan pequeñas, que nos
encontramos en verdaderas apreturas.
El altar del señor conde Bentivoglio está en
Génova, preparado ya para enviarlo a Turín; apenas
salga de allí se lo comunicaré.
La señora Rosa Mercurelli escribe aceptando
pagar la campana más pequeña, es decir, la de mil
liras, en honor de María Auxiliadora. Vaya a
agradecérselo y dígale que el jueves, día de la
presentación de María, nuestros muchachos harán la
comunión con oraciones especiales según su piadosa
intención. Dígale que en la campana pondremos el
escudo o el santo o la santa que ella desee.
Le adjunto cartas para la marquesa de
Villarios, la princesa Odescalchi y el conde de
Vimercati. Siento mucho que éste nuestro querido
bienhechor sufra tanto: rogamos y haremos
especiales plegarias. Habría que probar una cosa,
pero es demasiado delicado y podría inquietarse.
Usted sabe que, cuando yo fui a Roma, el querido
Conde estaba inmóvil y lo estuvo todavía por
varios días. Insistía él en que le dijese qué
podía hacer: con tal fin se oró durante tres días,
después de los cuales se le propuso que pagara el
cobre necesario para la cúpula de la nueva
iglesia.
-Con mucho gusto, dijo él, colocaré el sombrero
a la iglesia de María Auxiliadora.
A partir de entonces comenzó a experimentar tal
mejoría que, tres días después, paseaba por su
habitación y vino a visitarme a la que su caridad
me había ofrecido. Satisfecho, envió
inmediatamente tres mil liras: completó varias
otras cantidades, al enviar dinero desde Roma a
((**It8.996**)) Turín
para pagar las deudas más urgentes. Me parece que
en total fueron cinco mil liras; faltarían todavía
diez mil para completar la cantidad de quince mil,
como habíamos quedado. Yo dije algo en julio, pero
respondió que de ningún modo podía. Tal vez lo
haga en otra ocasión; pero creo bueno para él que
fuera generoso con la Virgen. Temo, sin embargo,
que esto le pueda inquietar demasiado.
Pronto volveré a escribir. >>Ha hablado con el
duque Salviati? >>Y sobre Vigna Pía?
Mándenos dinero, si puede, porque atravesamos
momentos muy críticos. Miles de saludos de todos
los de casa para usted y para todos nuestros
amigos y bienhechores para quienes pido a Dios
todo bien. Amén.
18 de noviembre de 1867
Afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
Los alumnos de Lanzo recibieron a don Bosco con
todo su entusiasmo pues le aguardaban con ansia.
Siempre preocupado por estudiar y descubrir
vocaciones para el estado eclesiástico o
religioso, dirigía a menudo a los jovencitos, que
le parecían ser llamados al divino servicio, una
palabra misteriosa que requería explicación; y
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