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convento y tocar a rebato las campanas. Después
del combate por las calles, si no hubiere
aparecido Garibaldi, debían ocultarse en casa
Aiani, y si fueran asaltados allí, oponer fuerza
contra fuerza ayudados por numerosos cómplices,
dispuestos a la insurrección en las casas
colindantes.
El Magistrado Regional, aunque lo sospechaba,
no se resolvía a ordenar un registro armado en la
fábrica de lanas, cuando un parte anónimo llegó a
la Policía Central el día 25 de octubre por la
mañana. <>. Así lo narra la Civiltá Cattolica de
1870 (volumen IX, página 47).
Se mandó, en consecuencia, que un destacamento
de gendarmes y zuavos hiciera un registro en la
fábrica de lanas. Llegaron allí poco después del
mediodía, mientras se encontraban en aquella casa
setenta conspiradores, y en el momento en que
empezaba la distribución de las armas.
Sorprendidos, opusieron la más tenaz resistencia;
pero, después de una hora de tiroteo, los soldados
tomaron por asalto la fábrica. Los garibaldinos
tuvieron dieciséis muertos y treinta y nueve
prisioneros; los demás consiguieron escapar. Tres
soldados pontificios fueron heridos. Después
fueron detenidas algunas pequeñas bandas y
descubiertos otros depósitos de armas. Francisco
Cucchi se refugió en Florencia.
Mientras tanto las tropas italianas invadían
por varios puntos el territorio ((**It8.990**))
pontificio, ocupando algunos pueblos grandes, y se
dirigían hacia Roma para prevenir con su entrada
los desórdenes, inseparables de toda revolución en
una ciudad, donde, como se había calumniado y
gritado a los cuatro vientos, debían acumularse
odios sin cuento contra el gobierno del Papa. Pero
el fin principal era muy otro. Los comandantes
sectarios marchaban resueltos a proclamar la
república mazziniana en el Capitolio. El ministro
Menabrea afirmaba después en el Parlamento de
Florencia, que tenía en sus manos los documentos
que demostraban la trama.
El día 27, a las dos de la tarde, el ejército
de Garibaldi, al grito de í Viva Garibaldi! í Viva
Mazzini! í Viva la República!, bajaba de Monte
Rotondo y se dirigía a la conquista de Roma, aun a
costa de oponerse a los franceses. Don Bosco había
predicho que la revolución llegaría a las puertas.
El 28, al atardecer, la flota francesa
alcanzaba las aguas de Civitavechia cuando
Garibaldi estaba ante Roma. La ciudad permanecía
tranquila, sin que apareciese ningún peligro de
revuelta. El 30, la vanguardia de los invasores
era puesta en fuga en el puente Nomentano,
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