((**Es8.830**)
-No quisiera que alguien, creyéndome lo que no
soy, no rezase por mí después de mi muerte y me
dejase padecer en el purgatorio.
Atestigua aún don Miguel Rúa:
<((**It8.978**))
reprendía afirmando que solamente a María
Santísima o al santo al que se habían encomendado,
se debía atribuir el resultado obtenido. Yo mismo
le oí varias veces encomendarse al Señor para que
no le pusiese en tan embarazosas situaciones, esto
es, ser tenido como autor de tales gracias, y con
frecuencia contaba casos en los que se habían
obtenido resultados contrarios a los deseos de
quien imploraba su bendición.
>>Toda su estima y aprecio era para los demás,
a quienes alababa gustosamente; y comparándose con
ellos se estimaba como un principiante en la vida
espiritual. Asimismo aparecía su humildad en las
alabanzas que con tanta expansión daba a las otras
órdenes religiosas. Hablando con nosotros exaltaba
los méritos y la bondad de la Compañía de Jesús,
los servicios religiosos prestados a innumerables
jóvenes por los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, la sencillez y el celo de los Padres
Capuchinos, y así de otros religiosos; cada vez
que se le presentaba la ocasión, enaltecía cuanto
podía las maravillas apostólicas de cada una de
las Ordenes, recordando a tantos y tantos santos
como han dado a la Iglesia>>.
Don Juan Bonetti escribió: <>Mas si la verdad y la caridad le obligaban a
responder y a discutir, lo hacía con palabras tan
benignas que, casi siempre, apaciguaban o calmaban
los ánimos de los demás y ponían luz en las
tinieblas.
Frecuentemente acometido con insulto e injurias,
de palabra y por escrito, por quien erróneamente
se creía ofendido por él, o por quien era pagado
para hablar o escribir en contra suya, don Bosco
soportaba la ofensa con gran humildad; después
respondía con toda calma y dulzura, o callaba,
dejando su causa en manos del Señor.
((**It8.979**)) >>Si le
venían las injurias por alguna obra de bien, hecha
para mayor gloria de Dios y salvación de las
almas, no por eso abandonaba la buena obra sino
que la seguía, aun a costa de recibir injurias e
insultos mayores, ya que nunca tenía en cuenta su
honor>>.
El siempre era el mismo. Atestiguó de él don
Juan Turchi: <(**Es8.830**))
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