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-íEstoy curado! íMaría Auxiliadora me ha
concedido la gracia!
Al salir de la iglesia parecía loco de alegría.
Llamó enseguida al Coadjutor, agitando tanto y tan
fuerte la cuerda de la campanilla que parecía
querer arrancarla. Bajó don Ascanio; le contó la
repentina curación por intercesión de la Virgen y
le dijo que era su firme propósito ir al Oratorio
de San Francisco de Sales para darle gracias.
Lo que hizo con gran devoción, apenas pudo.
Aquel día, después de celebrar la santa misa,
no cesaba de alabar el poder de María y, no
obstante su avanzada edad, como desahogo de su
devoción quiso subir a la cúpula de la ((**It8.963**)) nueva
iglesia para tocar y besar los pies de la estatua
de la Virgen. Desde aquella altura y mirando a la
colina de Superga, dirigía su pensamiento a la
amada parroquia de Castelnuovo, donde había
empezado a ejercer el ministerio pastoral,
ayudando, aconsejando y socorriendo al pobre
campesino de I Becchi, que entonces estudiaba en
Chieri; y al recordarlo sintió una emoción
grandísima.
Su curación fue perfecta y duradera; la Virgen
le había recompensado en la tierra los muchos
favores prestados a don Bosco.
Atestiguaron este hecho don César Cagliero y
don Ascanio Savio; y el mismo don Antonio Cinzano
gozaba repitiéndolo frecuentemente durante el
resto de su vida.
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