((**Es8.814**)((**It8.959**)) -Padre,
todo inútil. íNo puedo!
-No te desalientes, hijo mío, respondió el
confesor: sigue rezando tres avemarías todos los
días hasta que vuelvas a confesarte. Ahora tendrá
lugar la batalla entre la Virgen y el demonio, y
la Virgen vencerá, seguro.
Mientras tanto el joven tuvo que salir de aquel
país e ir de viaje con sus padres. Y siguió
rezando cada día las tres avemarías a la Virgen,
pero las decía de corazón, y no cayó más en
aquellos pecados. Volvió a la Patria, fue a
aconsejarse de nuevo con el confesor de costumbre,
y le manifestó que no había caído en ninguna de
las faltas que solía cometer. Preguntóle el
confesor cuándo había recibido la gracia de la
Virgen, y respondió el joven:
-Cuando, al rezar las tres avemarías, empecé a
reflexionar en las palabras: ruega por nosotros
pecadores. A partir de aquel instante cesaron las
recaídas.
Por esto yo os aconsejo, como flor de esta
novena, ir cada día espontáneamente ante el
Santísimo Sacramento y ante el altar de la Virgen
a recitar esas tres avemarías, para que Ella os
obtenga de su hijo Jesús alejar de vosotros y de
vuestros parientes primero las desgracias
espirituales, el pecado, y después el cólera: que
les bendiga en sus trabajos; que aleje de nosotros
el cólera del alma y después el del cuerpo. Rogad
también por vuestros bienhechores y por la santa
Iglesia.
En tanto, mientras los músicos, y otros alumnos
dignos de premio, se preparaban para el gran paseo
a Castelnuovo, la iglesia de María Auxiliadora,
seguía siendo objeto de nuevas limosnas. Un recibo
autógrafo del Venerable, dirigido al conde y a la
condesa de Viancino decía:
V.J.M. y J.
Turín-Valdocco-Oratorio de S. Francisco de Sales.
A más de la cantidad de mil liras;
anteriormente recibidas del benemérito señor conde
Francisco de Viancino, recibo hoy quinientas liras
de su benemérita y piadosa consorte Luisa
Sant'Albano, que ofrece para una campana a colocar
en el campanario de la iglesia de María
Auxiliadora, con la inscripción y los blasones que
a los mismos les parezcan bien.
La Santísima Virgen María conceda a los
beneméritos e insignes donantes largos años de
vida feliz y la hermosa fortuna de ir un día a
recibir la corona de gloria en el cielo de manos
de nuestra común Bienhechora, de la que se
manifiestan verdaderos devotos de una manera tan
sensible.
1 de octubre de 1867
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It8.960**)) Al día
siguiente escribía a Lucca, al sacerdote Rafael
Cianetti:
(**Es8.814**))
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