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habían huido a otras partes. Varios de los
principales ciudadanos y la Reina de las dos
Sicilias, viuda de Fernando II, y un hijo suyo,
habían perecido.
Había dado ocasión a estos razonamientos una
carta escrita a don Bosco por los Padres de las
Escuelas Pías. Solían éstos llevar sus alumnos de
Roma a pasar las vacaciones otoñales en una casa
de campo por las cercanías de Albano, pero ante el
fulminante desencadenamiento de la enfermedad
muchos padres de los alumnos se habían apresurado
a sacarlos y los pocos que quedaron de nuevo los
llevaron a Roma. Dudábase, y no sin razón, que el
temor de la infección pudiese retraer a los padres
de enviar a sus hijos al Colegio, por lo que don
Bosco, a quien se lo rogaron, condescendió a
disipar con la autoridad de su nombre todo susto y
toda prevención.
He aquí, en efecto, una carta suya al Rector
del Colegio Nazareno para consolarle del cierre
momentáneo del Colegio y para dar a éste nueva
vida con elogios muy merecidos, que ((**It8.956**)) fue
impresa en Roma en la Imprenta Calasancia,
dirigida por A. Ferroni, y que fue divulgada
ampliamente.
CARTA DEL SACERDOTE DON JUAN BOSCO
al padre Alejandro Checcucci de las
Escuelas Pías
Rector del Colegio Nazareno de Roma
Turín, 26
de septiembre de 1867
Carísimo padre Rector:
íCon qué vivo y sincero sentimiento de alegría
y complacencia visité hace unos meses vuestro
Colegio Nazareno! Con igual y más grande dolor he
sabido la terrible desgracia que ha sufrido la
ciudad de Albano, adonde el Colegio se había
mudado a su magnífica finca, para templar los
calores estivales de Roma, y pasar en ella, según
costumbre, las vacaciones otoñales.
No sé deciros, amigo mío, cuán profundamente
herido ha quedado mi corazón con tan infausta
noticia, porque preveía la necesidad en que os
encontrabais de librar el Colegio y más aún los
frutos de virtud y de sabiduría que por desgracia
se hubieran perdido. Pero rehecho un tanto del
susto, al pensar en las providenciales
instituciones y en la excelente disciplina que
regulaba vuestro Colegio, como también al recordar
sus gloriosas tradiciones y los muy sabios y
amables reglamentos, con que era dirigido, ya sea
en su parte educativa como en la científica, tuve
suficientes razones para consolarme. Y al temor
sucedió inmediatamente la esperanza de un porvenir
más alegre, ya que me pareció que no faltaba nada
en vuestro internado para el santo y celoso ideal
de elevar el corazón y el sentimiento de los
jovencitos en la piedad y las letras.
>>Qué diré además de un local magnífico,
espacioso, ventilado como el que se levanta en uno
de los puntos más elevados del centro de Roma, al
que añaden valor
(**Es8.811**))
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