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el curso, invitó a la comunidad a hacer un triduo
en honor de la Virgen, al que se asoció él mismo,
rogando constantemente por la conversión de los
malos. Repetía con gran fervor: Pasce haedos tuos,
quos convertis in oves, et qui in judicio a
sinistris erant collocandi, tua intercessione
collocentur a dextris, o María! (Apacienta a tus
cabritos y conviértelos en ovejas, y los que en el
juicio debían colocarse a la izquierda, sean
colocados a la derecha por tu intercesión, oh
María).
Y la noche del 14 de septiembre les hablaba
así:
Cuando se hace una novena o un triduo, o
durante los ejercicios espirituales, el Señor da
siempre a conocer a alguno que no es para la casa,
porque resulta de escándalo para los compañeros o
no merece estar aquí por otros motivos. Ahora se
han descubierto algunos de éstos. Y sin nombrar a
ninguno, os anuncio que serán despachados.
Pasemos a otra cosa, Don B... ha perdido a un
hermano suyo, asesinado con dos cuchilladas. Don
Miguel Rúa leyó la carta en la que don B...
narraba el doloroso caso y esto ha hecho llorar a
muchos. Fue el hermano de don B... al mesón con
unos amigos y, después de haber comido y bebido
amigablemente, uno de ellos rompió un vaso. Surgió
con ello un altercado puesto que ninguno quería
pagarlo.
-Pues bien, lo pagaré yo, gritó el hermano de
don B... dirigiéndose al que se creía lo había
roto; pero tú me pagarás lo que yo gasto.
->>Yo?, gritó el otro algo chispo por el vino.
Y sin más razonamientos, le dio dos cuchilladas
y le cortó una arteria del cuello.
El desgraciado cayó al suelo, exclamando:
-íAy! íMe ha matado!
El agresor huyó; todos los demás se acercaron
al herido y le prestaron los socorros que sabían,
pero a los diez minutos era cadáver. El había
pedido un confesor, mas éste no pudo llegar a
tiempo, y murió diciendo:
-Jesús, José y María, os doy el corazón y el
alma mía.
En ciertos lugares y con ciertas compañías se
acaba mal.
Mañana se rezará el rosario por él, y el que
pueda comulgar, hágalo. Esperamos, mientras
tanto, que el Señor le haya perdonado, aunque no
haya podido confesarse.
Aprovecho la ocasión para daros un aviso. Si os
sucediese que os cortarais una arteria, tomad
inmediatamente una moneda y apretadla contra la
herida, teniéndola fija hasta que llegue el
médico. Esto detiene la hemorragia de la sangre y
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tiempo para que el sacerdote pueda llegar y hasta
impedir la muerte por un día o dos. Si se
encuentra un buen médico que pueda coser bien la
herida, hasta puede esperarse la curación.
Aprendamos nosotros a huir de los festines y a
estar preparados para la muerte. Adoremos los
decretos de Dios.
Termino recomendándoos que, al rezar las
oraciones de la noche, dejéis lo que tengáis entre
manos y las juntéis o las pongáis sobre el pecho:
sin apoyarse, sin mirar a todos los lados, y que
recéis bien, pronunciando distintamente las
palabras. Os recomiendo que hagáis lo mismo en la
iglesia. íCuántas desgracias alejará de vosotros
la oración bien hecha!
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