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((**Es8.794**) V.J.M.J. Acqui, 8 de septiembre de 1867 Muy Rvdo. Señor: íConseguida la gracia! Tras duras luchas, amenazas, golpes, desvanecimientos, visiones, etc., que duraron hasta la media noche última, llegó la paz y la tranquilidad. Esta mañana pudo confesarse tranquilamente y comulgar. Bendito sea Dios y la poderosa Auxiliadora de los cristianos, María Santísima, que ahuyentó al infierno desde las primeras horas del día consagrado a su feliz nacimiento. Adjunto le envío un giro de veinticinco liras, por encargo de la persona favorecida en cumplimiento de la promesa para el templo que se levanta a nuestra querida Madre. Espero que no olvidará fácilmente el favor tan grande y que procurará la agraciada hacerse querer cada día más por la Madre Celestial. Reciba V. S. R. de ambos las más expresivas gracias y que Dios y su Madre Santísima le recompensen por la caridad que, juntamente con esos queridos jóvenes, ha sabido conmover los sentimientos maternales de María Inmaculada. Me apresuro a darle la fausta noticia sin que se interponga un momento entre la gracia y el agradecimiento, entre el beneficio y el cumplimiento de la promesa. Dígnese V. S. tenerme presente en sus oraciones para que pueda salvar mi pobre alma y enseñar a los demás los caminos del Señor. Me repito de V. S. muy Rvda. Su seguro servidor en Cristo P. MATEO BRUZZONE, Vicepárroco Esta carta, juntamente con otros detalles que llegaron a la par, no sorprendió a don Bosco, sino que le infundió una afectuosa jovialidad, que reanimaba la confianza de los demás en María. Después de la cena, hablando de algunos que debían ((**It8.936**)) presentarse a exámenes, entre los que se encontraban dos sacerdotes forasteros, dijo a los del Oratorio, Francisco Dalmazzo, Pedro Guidazio, Garino y Alessio: -Mañana por la mañana os encomendaré a todos al Señor en la santa misa. Y añadió a los forasteros: -Si salen bien, traerán después un ladrillo para la iglesia de María Auxiliadora. -Sí, sí, respondieron éstos. ->>Y usted?, preguntó por lo bajo a un sacerdote veterano que estaba a su lado y se hospedaba en el Oratorio aquella noche. -Sí, sí, yo también: cuente con él, susurró el venerando sacerdote. Y don Bosco siguió hablando: <(**Es8.794**))
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