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disciplina lo es todo en casa. Se entra en el
comedor gritando, empujándose, como si se entrara
en no sé dónde; ya dentro, se sigue riendo,
charlando en vez de guardar silencio; y se sale
con el mismo alboroto con que se entró. No se hace
caso a los asistentes, que están como si no
estuvieran. Sé que la mayoría se porta
correctamente y que solamente son unos cincuenta
los que arman el desorden, y que lo hacen porque
les gusta el barullo. He decidido que, a partir de
mañana, se entrará en el comedor en orden; don
Angel Savio os pondrá en fila en los pórticos y
entraréis por grupos; terminada la comida, se
saldrá poco a poco, mesa por mesa, y así se
evitarán todos estos inconvenientes. Ordeno al
mismo tiempo a los asistentes que vigilen
atentamente en el comedor y les impongo, por
obligación de conciencia, que me den cuenta de lo
que suceda y de quién causa el desorden, sea quien
fuere.
Para contentaros, ya que os quejáis de ciertos
asistentes, les prohíbo del todo dar castigos; así
nadie tendrá que lamentarse. No quiero que se
castigue a nadie en casa; quiero que se me
comunique a mí y, lo repito, obligo a los
asistentes a ello en conciencia. Por mi parte,
cualquiera que sea el que falte, o el modo en que
falte, lo mandaré enseguida a su casa, porque no
puedo tolerar la indisciplina en el Oratorio. Don
Bosco es bueno, todo lo tolera, pero cuando se
trata del orden, es inflexible. Si se tratase de
falta de educación o de otras cosas que sucedieran
entre mí y vosotros, las pasaría por alto; pero,
cuando se trata de falta de respeto a los otros
superiores, y el desorden es público, entonces no
hay benignidad que me detenga. Además, a los
aprendices les tolero ((**It8.78**)) más
cosas que a los estudiantes. Los aprendices,
acostumbrados a una vida más material, son dignos
de compasión, si alguna vez faltan; muchos de
ellos, si fueran despedidos, quedarían en medio
del arroyo. Con los estudiantes no es así. Tienen
suficiente cultura, un sentido más fino, y más
educación y, por tanto, están obligados a
comportarse de modo que nadie tenga que
reprenderles en nada. Quiero que los estudiantes
sean modelos en todo; de lo contrario márchense a
sus casas o háganse aprendices. Y esto es así
porque en el caso de que los estudiantes sean
mandados a sus casas no quedan en el arroyo,
puesto que la mayor parte tienen familia u otros
parientes que se cuidarán de ellos. Estáis, pues,
avisados. Yo comenzaré desde mañana. Habéis sido
advertidos muchas veces durante los días pasados,
y ahora es necesario tomar una determinación.
Sabéis a qué ateneros. No quiero que haya malos
estudiantes en la casa.
No fue necesario más. Al día siguiente los
muchachos formaron filas en riguroso silencio para
entrar y salir en el comedor, ordenados por
grupos. Don Angel Savio, el ecónomo, revestido de
uno de los primeros cargos del Oratorio, debía
mantener las prescripciones dadas.
21 de marzo
Tengo que comunicaros una triste noticia. Ha
muerto el Obispo de Cúneo. También él había sido
nombrado testigo para el reconocimiento del cuerpo
de la Beata María de los Angeles. No se encontraba
muy bien de salud, pero, habiendo experimentado en
otras ocasiones que el aire de Génova le probaba,
esperaba también este año que un viaje a aquella
ciudad le obtendría las mismas ventajas de otras
veces. En efecto, fue. Esta tarde, estando en mi
habitación, me llegó un telegrama que decía: Esta
mañana a las siete moría en Génova monseñor
Manzini, Obispo de Cúneo.(**Es8.79**))
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