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La Crónica de don Miguel Rúa sigue dándonos
otras diversas noticias:
<<4 de septiembre: -Durante las vacaciones
sucedió que don Bosco, ante las instancias que
dirigía un joven aprendiz, le sacó del taller y le
puso a estudiar en vista de la buena conducta que
observaba. Al cabo de unos meses en los estudios
este joven, de cabeza algo ligera, sorprendido por
las tentaciones, empezó a dudar de la existencia
de Dios, del paraíso, del infierno, etc., y, no
satisfecho con pensar de este modo, dio a conocer
sus dudas a los compañeros, lo cual no dejó de ser
peligroso para quienes le oían.
>>Súpolo don Bosco, e inmediatamente halló
remedio para deshacer sus dudas.Habiendo llegado
un bienhechor del joven para entenderse con don
Bosco y dedicarle exclusivamente a los estudios,
el siervo de Dios dijo en presencia del joven que,
por el momento, era mejor no determinar nada
puesto que parecía que la cabeza del muchacho no
podía aguantar los estudios y vacilaba; entonces
se dio cuenta el joven de su fallo, reconoció el
mal hecho al ceder a las dudas que habían venido a
su mente y mucho más al comunicarlas a los
compañeros. Se enmendó, y desde entonces llevó una
vida fervorosa.
>>5 de septiembre: -Un superior del Seminario
escribió a don Bosco una carta diciéndole que los
clérigos del Oratorio no sabían las ceremonias, y
presentaba el ejemplo de dos, que por la mañana
habían servido en las sagradas funciones de la
catedral. Es de notar que durante las vacaciones
los canónigos acudían al Oratorio pidiendo
clérigos, a falta de los seminaristas. Don Bosco
respondió que sentía mucho que aquellos clérigos
no supiesen ceremonias; pero que eran
seminaristas, que él albergaba durante las
vacaciones, por no tener éstos casa, ni ((**It8.929**))
familia, ni medios de subsistencia; que les había
mandado exprofeso porque creía conocían las
ceremonias y costumbres de la catedral>>.
Aquel mismo día le llegaron al Venerable
noticias sobre el estado de la endemoniada de
Acqui. El día primero de septiembre, domingo, como
había aconsejado don Bosco, se intentó que se
confesara y comulgara en la iglesia a puerta
cerrada. El párroco de la catedral había procurado
que se hiciera todo de acuerdo con su sugerencia.
Pero, fueron tales los gritos y convulsiones de la
pobre mujer, que fue inmediatamente llevada a
casa, y escribió el párroco que no creía prudente
exponer a aquella infeliz a que se renovaran
semejantes dolorosas escenas el día de la
Natividad, puesto que Don Bosco había añadido que
se acercase en tal ocasión a los sacramentos, en
presencia de todo el pueblo. Recibida esta carta,
el Siervo de Dios replicó que no se cambiase nada
de lo que había aconsejado, y que se continuase
rezando con fe.
El día 5, escribía también a uno de sus
sacerdotes que había ido a Usseglio, su pueblo, en
los Alpes y le pedía consejo.
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