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Vamos a arreglar las cosas en familia. Un
fascículo para César, otro para la señorita
Gloria; y, como he tardado en enviarlos, ya
ajustarán o mejor compensarán el tiempo perdido
con diligencia y solicitud especial en la
realización del trabajo. íQué desenvoltura la de
don Bosco para mandar! Suerte que me toca tratar
con gente ((**It8.926**)) dócil y
obediente; de otro modo me quedaría sólo para
repicar e ir en procesión.
Mientras me confieso culpable, desearía pedirle
o mejor recomendarle dos cosas, de las que ya
hemos tratado otras veces. Entre los varios
espacios de su tiempo señale uno para confesarse
cada quince días o una vez al mes; no deje ningún
día sin hacer un poco de lectura espiritual.
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Bueno, acabemos; dé muchos saludos a Papá y a
Maman y a todos los de esa su respetable familia.
Déme algún buen consejo; permita que le augure
todas las bendiciones del cielo y créame con la
más sentida gratitud.
De V. S. carísima
Turín, 6 de septiembre de 1867
Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Volvamos a la crónica de don Miguel Rúa. Por la
noche del 2 de septiembre, cuarto día de la novena
de la Natividad de María Santísima, contaba don
Bosco otro ejemplo:
Un jovencito se había acostumbrado desde niño a
rezar todos los días los siete gozos de la Virgen.
Llegó a punto de muerte. Parecíale a los presentes
que había entrado en agonía. Cuando he aquí que, a
poco volvió en sí, cesó un tanto el malestar y
sonrió mirando a los que circundaban su lecho.
Estos, estupefactos, preguntáronle qué significaba
aquella sonrisa. Y él respondió:
-Mirad. Hace un momento me parecía estar muerto
o que mi alma se hallaba a punto de salir del
cuerpo para presentarse ante el tribunal de Dios.
Cuando de repente se me presentó una Señora,
vestida como una reina, resplandeciente; me detuvo
y me dijo:
->>Por qué estás tan preocupado?
Y yo le respondí:
-íTemo el juicio de Dios, tengo miedo a
condenarme!
->>Y por qué?
-Porque si me condeno pierdo para siempre el
paraíso y a mi Dios. íTengo miedo del tremendo
juicio de Dios!
Y ella replicó:
-No temas, mis devotos no se condenarán; tú has
rezado cada día durante muchos años mis siete
gozos y yo seré tu consuelo en la muerte y en el
paraíso. No temas los juicios de Dios porque yo
misma te acompañaré ante el Juez Eterno para
defenderte. Ve a decir a todos los que puedas que
el que sea mi devoto y recite mis siete ((**It8.927**)) gozos,
que disfruto en el paraíso, no se condenará: yo le
consolaré con mi presencia en la muerte, en el
tribunal de mi divino Hijo, y en el paraíso para
siempre.
(**Es8.786**))
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