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amigas del Oratorio, yo Miguel Rúa, presbítero,
empiezo hoy, domingo primero de septiembre, a
reunir las memorias de cuanto puede referirse al
Oratorio y especialmente al fundador del mismo, el
sacerdote Juan Bosco, limitándome a hacer una
simple referencia, a manera de cronista y no de
historiador. Empiezo diciendo:
>>1 de septiembre: Don Bosco sale por la mañana
para ir a la casa de campo del célebre teólogo
Margotti, redactor del periódico La Unidad
Católica. Viene a visitar el Oratorio un obispo de
China central, natural de Bolonia, de los Menores
reformados. Es recibido cordialmente por los
alumnos y la banda de música. Se muestra muy
satisfecho de la iglesia nueva y de todo lo del
Oratorio.
>>Después de las oraciones de la noche nos
contó don Bosco este ejemplo: -En tiempo del
emperador Teodosio, fue este Príncipe a Tréveris,
a donde le siguieron dos jóvenes y fieles
oficiales. Un día estaban éstos con el Emperador y
con el pueblo en el anfiteatro, esperando que
principiaran los juegos. En esto, ya sea porque
estuvieran cansados de tanto aguardar, ya sea
porque supieran qué juegos se iban a hacer y no
fueran de su gusto, el hecho es que, los dos
amigos se las entendieron para salir de la ciudad
y dar un paseo por el campo. Andando, andando
entraron en un bosque y muy pronto perdieron las
trazas de todo sendero.
>>->>Vamos adelante?, dijo uno al otro.
>>-íVamos!
>>Y se internaron por la selva. Y he aquí que,
en medio de unos grandes y corpulentos árboles
descubrieron unas casuchas, cabañas, o cuevas, o
como se quieran llamar. Eran unas habitaciones de
ermitaños. ((**It8.923**))
Entraron llenos de curiosidad. Visitaron aquellas
estancias, observaron el rústico vestido de los
monjes, las durísimas yacijas sobre las que
dormían y las ordinarias comidas con que se
alimentaban. Desde el primer momento sintieron
asco de aquel lugar, pero no tardaron en quedar
sorprendidos de la profunda paz reflejada en los
rostros austeros de los monjes. Comenzaron a
decirse en voz baja el uno al otro:
>>-íQué tranquilos y felices parecen estos
hombres! íY sin embargo, viven una vida llena de
privaciones! >>Qué misterio se esconde en este
lugar?
>>Y yendo de celda en celda encontraron un
libro colocado sobre una rústica mesa, y lo
abrieron: era la vida de san Antonio ermitaño.
Empezaron a leer. El libro narraba cómo san
Antonio, joven noble y rico, oyó en un sermón las
palabras de Jesucristo: Si vis perfectus esse,
vade, vende, quae habes, et da pauperibus et
habebis thesaurum
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