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por los demás. Parecía muerto; costó tiempo
reanimarlo y fue una verdadera gracia de María
Auxiliadora. Nadie puede describir la desolación y
el terror de los compañeros y de don Juan Bautista
Francesia en aquellos dolorosos momentos, y el
agradecimiento que demostraron a la Madre
Celestial invocada y al salvador Finocchio, que
entró más tarde en la Orden de los Frailes de San
Francisco.
María Santísima libraba así a sus hijos del
Oratorio de los peligros corporales y sobre todo
amaba salvarlos de los peligros del alma. El
caballero Oreglia entregaba a don Bosco la carta
de un joven decidido a ponerse a hacer el bien.
íCuántos, de los que se había perdido toda
esperanza de éxito ((**It8.913**)) tenían
cada año, por bondad de María, inspiraciones
saludables y eficaces!
Un joven estudiante del curso de retórica había
sufrido gran daño con la lectura clandestina de
las obras de Leopardi, y por su extrema frialdad
en la piedad, los Superiores le aconsejaron que
pasara a la sección de aprendices. Hacía ya dos
años que trabajaba en la imprenta cuando,
volviendo sobre sí mismo, reanudó con fervor las
prácticas de piedad que había abandonado, y el 16
de agosto escribía a su jefe:
<>Ya hace dos años que no abro un libro de
estudio y se esfumaron muchas materias de mi
mente, que quiero repasar, para poder cursar bien
la filosofía y ser siempre uno de los primeros,
como deseo y espero. Estoy harto de la vida que he
llevado hasta aquí; es hora de que me libere de
una vez de esta funesta tibieza en la que he
permanecido durante tanto tiempo: quiero cambiar
de vida y dedicarme desde este año totalmente al
Señor y repetir con san Francisco de Borja: Estoy
decidido; lo he decidido así. Don Bosco ya me ha
fijado el día para la confesión general. Necesito
atender a mi alma y prepararme bien y, a partir de
ese momento, empezaré a ser totalmente de Dios; ya
no tendré más voluntad; la de mis Superiores es la
voluntad de Dios; y ésa será también la mía>>.
Y con la ayuda de María Santísima mantuvo su
promesa. Después de superar muchas dificultades,
llegó a ser un distinguido doctor en letras, un
religioso ejemplar y un sacerdote piadosísimo.
A mitad de agosto fue don Bosco a visitar al
Obispo de Acqui, monseñor Contratto, que veraneaba
en Strevi, y éste quiso que conociera
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