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brotará prodigiosamente. Nuestra iglesia va
adelante con la máxima satisfacción y esperamos
que este año puedan terminarse las obras.
Dios bendiga a usted, sus fatigas, su familia y
ruegue por mí que me profeso en Jesucristo,
Turín, 5 de agosto de 1867
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
El día 5 por la noche empezaron los ejercicios.
El reverendo Bona de Brescia predicó las
meditaciones y don Bosco las instrucciones, en las
que, de vez en cuando, con inesperada digresión,
como un relámpago hacía resplandecer las máximas
eternas.
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El auditorio se componía de sacerdotes y
clérigos aspirantes al sacerdocio. En un
manuscrito tenemos los temas que trató durante
esta semana y fueron:
Necesidad del retiro espiritual y del examen de
la propia conciencia durante el año.
El sacerdote no va solo al infierno o al cielo,
sino que va siempre acompañado de almas perdidas o
salvadas por él.
Dignidad y deberes del sacerdote.
Pensar durante estos días en lo que se debe
huir, adquirir y practicar en adelante.
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Enemigos del sacerdote. Armas para combatirlos:
templanza, oración y trabajo.
La castidad.
Las instituciones religiosas en la antigua y en
la nueva Ley.
Los tres consejos evangélicos.
Fin de la Congregación.
Deberes; felicidad y seguridad de alcanzar la
vida eterna para quien vive en la religión.
Recato en el trato con los muchachos.
Prácticas de piedad, conferencias, coloquios
con el Superior, amor a nuestro Señor Jesucristo.
Al principio estos ejercicios, que se
celebraban en la capillita, tenían el aspecto de
entretenimientos familiares, pero no tardaron en
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