((**Es8.768**)
Era evidente que la divina Providencia movía
los corazones de los hombres para ayudar a don
Bosco, como premio a su pobreza religiosa y al
desapego de las cosas de la tierra. Era voluntad
decidida del Venerable, que ya había establecido
como norma: <>.
Tenía una confianza ilimitada en el Señor.
Testificó don Miguel Rúa: <>-Hombre de poca fe; estáte tranquilo que el
Señor nos ayudará>>.
Y repetía al ecónomo:
<<-Recuerda que la divina Providencia no te
faltará nunca>>.
Quería que todo lo que recibía de los
bienhechores o entraba en casa, se emplease para
las compras del día y para pagar las deudas que se
pudiera. Y añadía:
-<>.
Y verdaderamente Dios pensaba en ello y le
enviaba del modo más inesperado y extraordinario
la cantidad que necesitaba, como si hubiese puesto
un banquero a su disposición.
((**It8.903**)) Refería
el secretario don Joaquín Berto: <>->>Es usted don Bosco?
>>-Sí, señor, para servirle.
>>-Tengo algo que darle.
>>Y diciendo esto, sacó su cartera y, sin
añadir palabra, tomó de
(**Es8.768**))
<Anterior: 8. 767><Siguiente: 8. 769>