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por la curación de su marido; pero no era ése el
querer de Dios, y don Bosco no prometía nada.
Habiendo sabido últimamente que don Bosco estaba
en Cúneo, la Condesa le invitó a ir a Fossano para
visitar al Conde y bendecirlo. Don Bosco le
respondió:
-Iré, pero no la consolaré.
Esta respuesta heló el corazón de la Condesa
que recibió con tristeza a don Bosco, le acompañó
a la cama del enfermo y a los cinco minutos le
dejó a solas con él y no compareció más. Era
demasiado vivo su dolor. El Venerable se entretuvo
con el Conde, le bendijo, y habló con él, como
hablan los santos, del paraíso.
Don Bosco, pues, recibida esta carta, sugirió
al Caballero la respuesta que debía dar al prior
Majotti: a saber, que recordase a la Condesa la
bondad de Dios para con los hombres, y su
Providencia que todo lo ordena para nuestro
((**It8.899**)) bien, y
la asegurase que en el Oratorio se rezaba por ella
y por el querido enfermo. Pero le escribió así
mismo claramente que la Condesa debía abandonar
toda esperanza; en efecto, el Conde moría el 16 de
agosto de 1867.
Como ya hemos visto, el Venerable notificaba a
don Miguel Rúa desde Bricherasio: <>. Entre aquéllos a quienes recurrió hay
que contar a Urbano Ratazzi, regente del
Ministerio de Hacienda y Presidente del Consejo de
Ministros. Nótese que don Bosco llevó siempre
personalmente las cuestiones de sus Colegios y muy
particularmente las escolásticas y de
contribución; con ello el buen padre quitaba a los
directores preocupaciones molestas. Tratábase
ahora del Colegio de Mirabello al que se le había
aplicado, como ya se dijo, la tasa de
equivalencia. Dos meses antes había enviado don
Bosco un recurso al Ministro de Hacienda, Ferrara,
que había sucedido a Depretis.
Excelencia:
Ruego respetuosamente a V. E. lea con bondad
cuanto expongo referente a la Casa llamada
Oratorio de San Francisco de Sales. Hace cuatro
años, no pudiendo satisfacer las muchas peticiones
que se me hacían desde todas las partes de Italia,
para que admitiese a muchachos abandonados,
conseguí, con la ayuda de personas caritativas,
abrir una casa sucursal en Mirabello, pueblo
cercano a Casale Monferrato. En ella fueron
inmediatamente aceptados ciento ochenta muchachos,
en parte gratuitos y en parte con una módica e
irregular pensión. Pese a que el personal docente,
educador y administrativo, preste su obra
totalmente gratis, sin embargo la Casa no podría
subsistir sin un caritativo subsidio.
Este establecimiento, conocido bajo el título
de Oratorio o Seminario Menor de San Carlos, no
tiene rentas de ninguna clase y se sostiene con
mis grandes esfuerzos y los de otros bienhechores,
por lo que parece debe estar exento de todo
impuesto de tasa de equivalencia; lo mismo que lo
está el de Turín, que cuenta con casi ochocientos
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