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como conoce lo mucho que desde hace tiempo sufre
el pobre conde Víctor Manuel, su marido. Después
de haberme hablado de su confianza en las
oraciones del Santo Sacerdote, a cuyo lado tan
dignamente usted se halla, y aunque habiéndole
visto hace pocos días, no haya escuchado de sus
labios una palabra de esperanza, sin embargo,
habiendo oído contar el hecho de una curación
milagrosa obtenida por sus oraciones, me dijo que
había enviado, en un arranque de fe, otra carta,
en la que de nuevo se encomendaba calurosamente a
sus oraciones, para obtener esta gracia de Maria
Inmaculada, Auxilio de los cristianos, en favor de
su marido.
Sabiendo ella que yo conozco a V. S. hace mucho
tiempo, me rogó le escribiera unas palabras,
uniendo mis ruegos a los suyos, para obtener
mediante el patrocinio de V. S. ante el gran
hombre de Dios, que posee entre sus hijos tantas
almas inocentes que están en continua comunicación
con Dios, la gracia implorada, siempre que no se
oponga a la voluntad del Señor: o que, al menos,
quiera conservarlo todavía concediéndole alguna
tregua a sus sufrimientos, que tan vivamente
influyen en el corazón de esta piadosa y santa
señora.
Sabiendo cómo el Señor y la Virgen nuestra
Madre no desprecian, sino, al contrario, quieren
que insistamos en nuestras oraciones con
perseverancia, no pude por menos de condescender a
su deseo; y para consolarla de algún modo en las
continuas y dolorosas penas con las que el Señor
le visita, me atrevo a dirigirle la presente, con
la seguridad de que perdonará la confianza que me
tomo con su persona, a la que hace tanto tiempo
aprendí a conocer y apreciar.
Confío querrá darme, a su comodidad, una
respuesta, que si no es confortante, pueda al
menos producir algún alivio a la afligida señora
Condesa. Usted, que es bueno y piadoso, se
convencerá fácilmente del deseo que tengo de
aliviar las tribulaciones y me escribirá de modo
que pueda leerle su carta, en la que usted vierta,
por su parte, una gotita de bálsamo sobre las
heridas de este pobre corazón.
Evocando de este modo su recuerdo, y
encomendándome a sus piadosas oraciones, tengo el
alto honor de presentarle ((**It8.898**)) los
sentimientos de mi más viva gratitud y del más
reverente respeto con que me ofrezco,
De vuestra señoría Ilma.
Atento y seguro servidor
F>>LIX MAJOTTI, Prior
El conde Víctor Manuel de Camburzano, uno de
los más ilustres diplomáticos del antiguo
Piamonte, fiel a sus convicciones religiosas y
políticas, diputado en 1857 en el Parlamento
Subalpino, elocuentísimo orador y escritor de
periódicos y opúsculos en defensa de la verdad y
de la religión, admirado por los católicos y los
adversarios por su claridad mental, su
polifacética doctrina, su ánimo franco y leal,
amigo y gran bienhechor de don Bosco, hacía diez
años que sufría de cáncer. Había soportado la
enfermedad con un valor y una resignación que
solamente la fe cristiana, la esperanza de una
vida futura y el amor al Crucificado pueden
inspirar, y ahora estaba próximo a recibir el
premio. La Condesa había rogado muchas veces a don
Bosco, de palabra y por escrito, que intercediese
ante la Virgen
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