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((**Es8.753**) un modelo de laboriosidad y apostolado. El catecismo, las ceremonias, las conferencias, la asistencia, todo lo realizaba con celo y provecho de las almas. En los cursos de humanidades, en los que daba clase, era siempre saludado con la más amable sonrisa por los alumnos, que le consideraban como un hermano cariñoso; tan grande era el interés que les demostraba por su progreso en los estudios. Se encargaba también de la tipografía, cuando el director de la misma se hallaba ausente durante algunos meses, y desempeñaba todos sus complicados deberes, sin abandonar los propios y sin preocuparse de su salud, Matriculado, además, en la Real Universidad de Turín, en la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, era tal su ingenio y aprovechamiento que los profesores le tenían gran afecto y aprecio, diciendo que era uno de los mejores del curso; cuando dejó de asistir a las clases, acudieron ellos mismos a Valdocco para saber de él y se encontraron con la dolorosa noticia de su muerte. Había celebrado su primera misa en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario del año 1866. Fue tal su alegría que dijo que solamente en el paraíso habría podido experimentar mayor satisfacción. Su aspecto en el altar dio siempre testimonio de recogimiento y fervor. El domingo, 14 de julio, celebró su última misa a las diez. Fue la misa parroquial, deseoso como estaba de ayudar al párroco totalmente atareado con la asistencia a los atacados por el cólera. Aquel mismo día, a las tres de la tarde, cayó víctima del mal. El párroco, don José Calvi, le administró los sacramentos y le dio ((**It8.885**)) la bendición papal. Conservó pleno conocimiento hasta el último instante, y hablaba de vez en cuando de don Bosco y del querido Oratorio. Media hora después de medianoche expiraba, precisamente al empezar el día del Santo cuyo nombre llevaba. En el Oratorio se celebraron solemnes funerales, en los que don Juan Bautista Francesia leyó una conmovedora oración fúnebre con el tema de: Suavis somnus operanti justitiam (Dulce es el sueño del que obra la justicia). Monseñor Ghilardi, que estaba en continua relación con don Celestino Durando para la impresión de sus libros, le escribía desde Roma, el 29 de julio: <>Esperando que el carísimo don Bosco haya recibido mi última, soy etc.>>. (**Es8.753**))
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