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alma, su corazón, su conciencia, pero que esta
necesidad es solamente para el bien de sus almas.
Por lo demás os diré que, en las frecuentes
visitas que os hago, he visto cosas que me llenan
de satisfacción, especialmente por parte de los
que con ejemplaridad comulgan frecuentemente y
cumplen sus deberes. He notado, sin embargo, las
pequeñas negligencias de algunos, pero de esto no
hago mucho caso.
De todo ello no quiero tengáis pena alguna. Voy
a vosotros como padre, amigo y hermano; dadme
solamente el corazón unos instantes y quedaréis
contentos. Contentos por la paz y la gracia del
Señor con que se enriquecerá vuestra alma y
contento yo, que experimentaré la grande y
suspirada satisfacción de veros a todos en amistad
con Dios creador.
Pero todo esto es para el alma; y >>para el
cuerpo nada? Ciertamente, después que hayamos dado
al alma lo que le corresponde, no dejaremos al
cuerpo en ayunas.Desde ahora me encomiendo al
señor Prefecto (administrador) para que dé las
órdenes oportunas con el fin de que pasemos un
buen día y, si el tiempo lo permite, haremos todos
juntos una excursión.
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté
siempre con vosotros y la Santísima Virgen os haga
a todos ricos de la verdadera riqueza, que es el
santo temor de Dios. Amén.
Rogad por mí que de corazón soy vuestro
Afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
P. S. -Especiales saludos para los sacerdotes,
maestros, asistentes y la familia Provera,
particularmente al querido papá.
Monseñor de Calabiana, nombrado Arzobispo de
Milán, y que todavía no había dejado la diócesis
de Casale, fue el jueves a pasar la jornada con
don Bosco. Se encontró con él ((**It8.876**)) bajo
los pórticos y estaba presente, con los demás del
Colegio, don Francisco Cerruti. Dijo el Obispo
bromeando:
->>Con que es usted, don Bosco, el que me manda
a Milán? íCon lo bien que yo estaba en Casale!
A decir verdad era muy querido por el clero y
el pueblo.
Después de la comida, entretenía don Bosco a
los muchachos con juegos y amena conversación,
escrutaba jocosamente las líneas de las palmas de
las manos que ellos le presentaban prediciendo a
cada uno, entre carcajadas universales, con
intrincados cálculos, el tiempo de vida que les
quedaba, cuando he aquí que Monseñor, que había
estado en corro con los Superiores y profesores,
se adelantó hasta don Bosco en medio de los
muchachos y le presentó su mano abierta. El Siervo
de Dios tomó la mano del Arzobispo, la besó y se
retiró con él a su habitación.
Llegaba mientras tanto a Turín otra carta
comendaticia para la aprobación de la Pía
Sociedad.
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