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5 de julio de 1867
Dijo don Bosco después de las oraciones:
-El próximo domingo celebraremos una hermosa
fiesta, la fiesta de san Luis. Hagamos todo lo
posible por celebrarla bien por varios motivos, y
especialmente para impedir que el cólera invada
nuestros pueblos y ciudades.
Debo advertiros una cosa, de la que ya he
hablado con alguno de vosotros y vuestros
parientes, y es la siguiente: cuando vienen a
veros mujeres, aunque sean primas, en suma,
personas de otro sexo, procurad entreteneros con
ellas lo menos posible. No cometáis con ellas
descortesías, pero de buenos modos decidles que
don Bosco os ha dado un encargo y con tal pretexto
os alejáis. Entreteneros con ellas es tiempo
perdido. Este es un lugar para muchachos jóvenes y
no para mujeres y muchachas: además, todos somos
de carne y hueso. Poned el fuego cerca de la paja
y veréis. El demonio es pícaro; quita el nombre de
prima, de hermana, hace abstracción del parentesco
y queda la persona del otro sexo. El demonio es un
filósofo que sabe hacer bien las abstracciones.
Recordad, además, que solamente está permitido
recibir visitas de la una a las dos de la tarde.
En otros colegios, aun en los del Estado, no se
permite que los parientes visiten a los muchachos
más que los jueves y a una hora determinada.
Pero volvamos a hablar de la fiesta de san
Luis. Dadme un gran consuelo en esta hermosa
solemnidad. Poneos todos en gracia de Dios, a fin
de que yo pueda decir al Señor en la santa misa:
-íOh, Señor! íMis jóvenes están todos en
vuestra gracia! íConservadlos a todos en este
estado!
Haced esto, queridos míos: primero para bien de
vuestra alma y después para darme a mí este
consuelo. íRecordad que yo trabajo de la mañana a
la noche para el bien de vuestras almas!
El 6 de julio, vigilia de la fiesta de san Luis
en el Oratorio, el Presidente de las Obras Pías de
San Pablo, escribía una carta a don Bosco, la
cual, a la par que constituía una alabanza a la
caridad del Siervo de Dios, estaba inspirada en
una razón de economía, nueva en aquella
administración.
Efectivamente, ya antes y después de esta carta
(y continúa haciéndolo en la actualidad), solía y
suele conceder caritativamente la cantidad de cien
liras para pagar los gastos de entrada a los
padres pobres que se dirigen a ellos para colocar
a sus hijos en el Oratorio, o en cualquier otro
centro benéfico.
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