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((**Es8.743**) ((**It8.873**)) 5 de julio de 1867 Dijo don Bosco después de las oraciones: -El próximo domingo celebraremos una hermosa fiesta, la fiesta de san Luis. Hagamos todo lo posible por celebrarla bien por varios motivos, y especialmente para impedir que el cólera invada nuestros pueblos y ciudades. Debo advertiros una cosa, de la que ya he hablado con alguno de vosotros y vuestros parientes, y es la siguiente: cuando vienen a veros mujeres, aunque sean primas, en suma, personas de otro sexo, procurad entreteneros con ellas lo menos posible. No cometáis con ellas descortesías, pero de buenos modos decidles que don Bosco os ha dado un encargo y con tal pretexto os alejáis. Entreteneros con ellas es tiempo perdido. Este es un lugar para muchachos jóvenes y no para mujeres y muchachas: además, todos somos de carne y hueso. Poned el fuego cerca de la paja y veréis. El demonio es pícaro; quita el nombre de prima, de hermana, hace abstracción del parentesco y queda la persona del otro sexo. El demonio es un filósofo que sabe hacer bien las abstracciones. Recordad, además, que solamente está permitido recibir visitas de la una a las dos de la tarde. En otros colegios, aun en los del Estado, no se permite que los parientes visiten a los muchachos más que los jueves y a una hora determinada. Pero volvamos a hablar de la fiesta de san Luis. Dadme un gran consuelo en esta hermosa solemnidad. Poneos todos en gracia de Dios, a fin de que yo pueda decir al Señor en la santa misa: -íOh, Señor! íMis jóvenes están todos en vuestra gracia! íConservadlos a todos en este estado! Haced esto, queridos míos: primero para bien de vuestra alma y después para darme a mí este consuelo. íRecordad que yo trabajo de la mañana a la noche para el bien de vuestras almas! El 6 de julio, vigilia de la fiesta de san Luis en el Oratorio, el Presidente de las Obras Pías de San Pablo, escribía una carta a don Bosco, la cual, a la par que constituía una alabanza a la caridad del Siervo de Dios, estaba inspirada en una razón de economía, nueva en aquella administración. Efectivamente, ya antes y después de esta carta (y continúa haciéndolo en la actualidad), solía y suele conceder caritativamente la cantidad de cien liras para pagar los gastos de entrada a los padres pobres que se dirigen a ellos para colocar a sus hijos en el Oratorio, o en cualquier otro centro benéfico. (**Es8.743**))
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