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El 4 de julio escribía don Bosco a Roma una
carta para el príncipe don Horacio Falconieri de
Carpegna:
Excelencia:
No sé si habrá recibido una carta mía que mandé
a mano a V. E.: el portador no me ha dicho nada,
por lo que ignoro el resultado y temo no le haya
llegado.
Repetiré aquí, pues, que estoy sumamente
agradecido a V. E. por la cortesía que tuvo
conmigo en Roma y por su caridad al regalarme un
cáliz para la misa y más aún por su caritativa
ofrenda, que me ha ayudado a continuar los
trabajos de nuestra iglesia dedicada a María
Auxiliadora.
Por todos estos motivos he rezado y sigo
rezando con mis pobres muchachos para que Dios
derrame abundantemente sus bendiciones sobre usted
y sobre toda su familia y después de verse
consolado por sus hijos y nietos aquí en la
tierra, pueda verse un día rodeado de ellos
gozando de la gloria celestial.
Alguien me ha escrito desde Roma diciendo que
probablemente V. E. vaya a París para la
Exposición, y que tal vez pase por Turín. ((**It8.871**)) Si así
fuere, ruégole respetuosa y calurosamente tenga a
bien honrarnos con su presencia en esta nuestra
casa, porque todos tendríamos una gran
satisfacción.
Mientras ruego a Dios conceda a usted y a toda
su familia el precioso don de la santa
perseverancia en el bien, encomiendo mi pobre alma
y la de mis muchachos a la caridad de las devotas
oraciones de V. E. y cábeme el alto honor de
profesarme de V. E.
Turín, 4 de julio de 1867
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
El príncipe don Horacio conservó cuidadosamente
esta carta, juntamente con las otras, por nosotros
citadas en su lugar, que había recibido de don
Bosco; y el príncipe don Guido, su hijo, Senador
del Reino, las encontró en 1909 en el archivo de
la familia, encerradas en un sobre en el que se
leía: 1867: Cartas del M. R. Sacerdote don Juan
Bosco, celoso trabajador de la caridad cristiana,
en particular con los muchachos.
Al leer el príncipe don Guido dicha carta,
añadió esta nota: <>. En efecto, eran expresiones
de aliento, motivadas por el destierro de su hijo
Guido, a quien la Policía Pontificia había
expulsado de Roma.
Toda la extensión de sus buenos deseos se
revela en los hechos que el mismo
Príncipe-Senador, señala en una memoria suya, que
nos fue transmitida como explicación de dicha
nota.
El príncipe don Horacio Falconieri tenía dos
hijos de su primera
(**Es8.741**))
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