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Quizá nadie en el mundo estuvo por aquellos
años tan al corriente de ciertos secretos de
Italia como don Bosco. El mismo, en el 1875,
confiaba estas sus relaciones a un sacerdote de
Módena que, por motivo de la obtención del
doctorado en teología, se hospedaba en el
Oratorio; bromeando, le decía:
-Usted, señor Teólogo, creerá que don Bosco es
un francmasón y me va a difamar por Módena. Pero
no tema, yo soy masón a mi manera, solamente en
algunas circunstancias. íPío IX sabe muy bien que
yo estoy más unido a él que el pulpo a la roca!
Pero volvamos al XVIII Centenario de San Pedro.
Don Juan Cagliero fue a Roma unos días antes de
las fiestas; quería escuchar el majestuoso canto a
tres coros de la antífona Tu es Petrus et super
hanc petram (tú eres Pedro y sobre esta piedra),
etc. hasta las palabras portae inferi non
praevalebunt (las puertas del infierno no
prevalecerán), que había compuesto para esta
circunstancia el Capellán cantor pontificio
Domingo Mustafá. Don Juan Cagliero deseaba conocer
lo mejor posible una música de efecto
verdaderamente maravilloso. Los coros formados por
más de cuatrocientas voces. Gracias a las
atenciones de que fue objeto, pudo asistir a los
ensayos, hablar con el ((**It8.863**)) maestro
Mustafá, con los músicos y cantores, e informarse
de las grandes dificultades que había que superar
para la ejecución. El, como director de la música
en el Oratorio, deseaba ajustar a aquel modelo de
composición romana la antífona Sancta Maria
succurre miseris (Santa María, socorre a los
necesitados), para cantarla en la solemnidad de la
consagración de la nueva iglesia de María
Auxiliadora al año siguiente.
Don Juan Cagliero y don Angel Savio, pudieron
escuchar en lugares reservados las músicas
sagradas y presenciar las grandiosas ceremonias.
Las fiestas comenzaron el 28. Se calculaba que
había ochenta mil forasteros. Por la mañana se
expuso a la veneración de los fieles la cátedra de
San Pedro en la Capilla Gregoriana de la beatísima
Virgen. Por la tarde Pío IX pontificó las primeras
vísperas. El 29 tuvo lugar la canonización de
veinticinco beatos, el Papa leyó una homilía en
latín y después cantó la misa solemne. Asistían
cincuenta Cardenales y más de cuatrocientos
cincuenta prelados de la iglesia latina y de
varios ritos de las otras Iglesias Orientales.
Indescriptible la majestad de las ceremonias, el
entusiasmo del pueblo, la iluminación de la ciudad
y las manifestaciones civiles y militares de
alegría que embriagaban el alma de todos los
creyentes.
Mientras toda Roma aplaudía el espectáculo de
la Girandola, o fuegos artificiales en el Pincio,
también don Bosco gozaba del triunfo
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