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((**Es8.734**) Quizá nadie en el mundo estuvo por aquellos años tan al corriente de ciertos secretos de Italia como don Bosco. El mismo, en el 1875, confiaba estas sus relaciones a un sacerdote de Módena que, por motivo de la obtención del doctorado en teología, se hospedaba en el Oratorio; bromeando, le decía: -Usted, señor Teólogo, creerá que don Bosco es un francmasón y me va a difamar por Módena. Pero no tema, yo soy masón a mi manera, solamente en algunas circunstancias. íPío IX sabe muy bien que yo estoy más unido a él que el pulpo a la roca! Pero volvamos al XVIII Centenario de San Pedro. Don Juan Cagliero fue a Roma unos días antes de las fiestas; quería escuchar el majestuoso canto a tres coros de la antífona Tu es Petrus et super hanc petram (tú eres Pedro y sobre esta piedra), etc. hasta las palabras portae inferi non praevalebunt (las puertas del infierno no prevalecerán), que había compuesto para esta circunstancia el Capellán cantor pontificio Domingo Mustafá. Don Juan Cagliero deseaba conocer lo mejor posible una música de efecto verdaderamente maravilloso. Los coros formados por más de cuatrocientas voces. Gracias a las atenciones de que fue objeto, pudo asistir a los ensayos, hablar con el ((**It8.863**)) maestro Mustafá, con los músicos y cantores, e informarse de las grandes dificultades que había que superar para la ejecución. El, como director de la música en el Oratorio, deseaba ajustar a aquel modelo de composición romana la antífona Sancta Maria succurre miseris (Santa María, socorre a los necesitados), para cantarla en la solemnidad de la consagración de la nueva iglesia de María Auxiliadora al año siguiente. Don Juan Cagliero y don Angel Savio, pudieron escuchar en lugares reservados las músicas sagradas y presenciar las grandiosas ceremonias. Las fiestas comenzaron el 28. Se calculaba que había ochenta mil forasteros. Por la mañana se expuso a la veneración de los fieles la cátedra de San Pedro en la Capilla Gregoriana de la beatísima Virgen. Por la tarde Pío IX pontificó las primeras vísperas. El 29 tuvo lugar la canonización de veinticinco beatos, el Papa leyó una homilía en latín y después cantó la misa solemne. Asistían cincuenta Cardenales y más de cuatrocientos cincuenta prelados de la iglesia latina y de varios ritos de las otras Iglesias Orientales. Indescriptible la majestad de las ceremonias, el entusiasmo del pueblo, la iluminación de la ciudad y las manifestaciones civiles y militares de alegría que embriagaban el alma de todos los creyentes. Mientras toda Roma aplaudía el espectáculo de la Girandola, o fuegos artificiales en el Pincio, también don Bosco gozaba del triunfo (**Es8.734**))
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