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le rodeaba, le mandaron a decir que su Madre y sus
hermanos le buscaban para hablarle, El respondió:
->>Quién es mi madre y quiénes son mis
hermanos?
-íCómo!, dirá tal vez alguno; íqué forma de
hablar es ésta! >>Es que ahora querrá renegar de
sus parientes?
Pero el Salvador continuo:
Todos los que hacen la voluntad de mi Padre
Celestial son mi padre, mi madre y mis hermanos.
Por eso yo os digo: los que desean pertenecer a
la Pía Sociedad, aquí tienen a su padre y a sus
hermanos. No obstante hago una excepción. Si los
padres cayesen gravemente enfermos, el Superior
dispondrá que el socio pueda ir a asistirlos,
porque esto es una obra de caridad que se presta a
los propios padres.
Don Bosco habló todavía a toda la Comunidad
después de las oraciones de la noche:
Ayer noche, mis queridos hijos, me había
acostado, y no pudiéndome dormir, pensaba en la
naturaleza y modo de existir del alma; cómo estaba
hecha; cómo se podía encontrar y hablar en la otra
vida separada del cuerpo; cómo se trasladaría de
un lugar a otro; cómo nos podremos conocer
entonces los unos a los otros siendo así que,
después de la muerte, sólo seremos espíritus
puros. Y cuanto más reflexionaba sobre esto, tanto
más misterioso. me parecía todo.
Mientras divagaba sobre éstas y otras
semejantes fantasías, me quedé dormido y me
pareció estar en el camino que conduce a... (y
nombró la ciudad) y que a ella me dirigía. Caminé
durante un rato; atravesé pueblos para mí
desconocidos, cuando de pronto sentí que me
llamaban por mi nombre. Era la voz de una persona
que estaba parada en el camino.
-Ven conmigo, me dijo; ahora podrás ver lo que
deseas.
((**It8.854**)) Obedecí
inmediatamente. Aquella persona se movía con la
rapidez del pensamiento y lo mismo yo. Caminábamos
sin tocar con los pies en el suelo. Al llegar a
una región que no sabría precisar, mi guía se
detuvo. Sobre un lugar eminente se elevaba un
magnífico palacio de admirable estructura. No
sabría puntualizar dónde estaba, ni a qué altura;
no recuerdo si sobre una montaña o en el aire,
sobre las nubes. Era inaccesible, y no se veía
camino alguno para subir. Sus puertas estaban a
una altura considerable.
-íMira! íSube a ese palacio!, me dijo mi guía.
->>Cómo hacerlo?, exclamé. >>Cómo apañarme?
Aquí abajo no hay entradas y yo no tengo alas.
-íEntra!, me dijo el otro en tono imperativo.
Y viendo que yo no me movía, añadió:
-Haz como yo; levanta los brazos con buena
voluntad y subirás. Ven conmigo.
Y diciendo esto levantó en alto las manos hacia
el cielo. Yo abrí entonces los brazos y al
instante me sentí elevado en el aire a guisa de
ligera nube. Y heme aquí a la entrada del gran
palacio. El guía me había acompañado.
->>Qué hay dentro?, le pregunté.
-Entra: visítalo y verás. En una sala, al
fondo, encontrarás quien te aleccione.
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