((**Es8.716**)
conoce... Pero la inmensa mayoría de los
desconocidos estaba integrada por los que no están
ni han estado en el Oratorio.
Mientras observaba con pena aquella multitud,
el que me acompañaba me tomó de la mano y me dijo:
-Ven conmigo y verás otras cosas.
Y así diciendo me condujo a un extremo apartado
del valle rodeado de pequeñas colinas y cercado de
un vallado de plantas esbeltas, en el cual había
un gran prado cubierto de verdor, lo más riente
que imaginarse puede y embalsamado por multitud de
plantas aromáticas, esmaltado de flores silvestres
y en el que, además, se descubrían frescos
bosquecillos y corrientes de agua límpida. En él
me encontré con una gran multitud de chicos, todos
alegres, dedicados a formar un hermosísimo vestido
con flores del prado.
-Al menos, tienes a éstos que te proporcionan
grandes consuelos.
->>Quiénes son?, pregunté.
-Son los que están en gracia de Dios.
íAh! Os puedo asegurar que jamás vi criaturas
tan bellas y resplandecientes y que nunca habría
podido imaginar tanta hermosura. Sería imposible
que me pusiese a describirlo, pues sería echar a
perder lo que no se puede imaginar si no se ve.
Pero me estaba reservado un espectáculo aún más
sorprendente. Mientras estaba yo contemplando con
inmenso placer a aquellos jóvenes, entre los que
había muchos a los cuales no conocía, el guía me
dijo:
-Ven, ven conmigo y te haré ver algo que te
proporcionará una alegría y un consuelo aún mayor.
Y me condujo a otro prado todo esmaltado de
flores más bellas y olorosas que las que había
visto anteriormente. Parecía un jardín regio. En
él pude ver un número menor de jóvenes que en el
prado anterior, pero de una tan extraordinaria
belleza y de un esplendor tal que anulaban por
completo a los que había admirado poco antes.
Algunos de éstos están en el Oratorio, otros lo
estarán con el tiempo.
((**It8.843**))
Entonces el pastor me dijo:
-Estos son los que conservan la bella azucena
de la pureza. Estos están revestidos aún con la
estola de la inocencia.
Yo contemplaba extático aquel espectáculo. Casi
todos llevaban en la cabeza una corona de flores
de belleza indescriptible. Dichas flores estaban
compuestas por otras florecillas de sorprendente
gallardía y de colores tan vivos y variados que
encantaban al que las miraba. Había más de mil
colores en una sola flor y en cada flor se veían
más de mil flores.
Hasta los pies de aquellos jóvenes descendía
una vestidura de fascinante blancura, entretejida
de guirnaldas de flores, semejantes a las que
formaban la corona.
La luz encantadora que partía de las flores
iluminaba toda la persona haciendo reflejar en
ella la propia belleza. Las flores se espejaban
unas en otras y las de las coronas en las que
formaban las guirnaldas, reverberando cada una los
rayos emitidos por las otras. Un rayo de un color
al encontrarse con otro de distinto color daba
origen a nuevos rayos, diversos entre sí y, por
consiguiente, cada nuevo rayo producía otros
distintos, de manera que yo jamás habría creído
que en el paraíso hubiese un espectáculo tan
múltiple y encantador. Pero esto no es todo. Los
rayos de las flores y de las coronas de unos
jóvenes se reflejaban en las flores y en los de
las coronas de todos los demás; lo mismo sucedía
con las guirnaldas y con las vestiduras de cada
uno. Además, el resplandor del rostro de un joven
al expandirse, se fundía con el resplandor del
rostro de los compañeros y al reverberar sobre
aquellas facciones
(**Es8.716**))
<Anterior: 8. 715><Siguiente: 8. 717>