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en Lanzo. Suya era también la firma y la posdata:
Lea y explique el Director lo que sea menester.
He aquí la copia destinada a los salesianos del
Oratorio.
A don Miguel Rúa y a mis queridos hijos
de San Francisco residentes
en Turín
Probablemente nuestra Sociedad será
definitivamente aprobada dentro de poco y por ello
necesitaría hablar frecuentemente con mis amados
hijos. No pudiendo hacerlo ahora siempre
personalmente, procuraré hacerlo al menos por
carta.
Comenzaré, pues, diciendo algo en torno a la
finalidad general de la Sociedad y luego pasaremos
a hablar de nuevo sobre las observaciones
particulares de la misma.
El primer objeto de nuestra Sociedad es la
santificación de sus miembros. Por tanto, cada uno
al entrar en ella se despoje de todo otro
pensamiento y solicitud. Quien entrase para gozar
de una vida tranquila, tener comodidad para
continuar sus estudios, librarse de las órdenes de
sus padres, o eximirse de la obediencia a
cualquier Superior, tendría un fin equivocado y no
sería el sequere me (sígueme) del Salvador, ya que
seguiría la propia utilidad temporal, y no el bien
de su alma. Los apóstoles fueron alabados por el
Señor y les prometió un reino eterno, no por
abandonar el mundo, sino porque, al abandonarlo,
manifestaban estar dispuestos a seguirle en las
tribulaciones, como sucedió de hecho, consumiendo
su vida en los trabajos, en la penitencia y en los
padecimientos, y sufriendo finalmente el martirio
por la fe.
Tampoco entra o permanece con buen fin en la
Sociedad quien está persuadido de que es necesario
en la misma. Todos deben grabar en su mente y en
su corazón, que, desde el Superior General hasta
el último de los socios, ninguno es necesario en
la Sociedad. Sólo Dios debe ser su cabeza, su
señor totalmente necesario. Por eso los socios de
la misma deben dirigirse a su cabeza, a su señor,
al remunerador, a Dios, y todos deben hacerse
inscribir en la Sociedad por su amor, trabajar por
su amor, obedecer, dejar cuanto se poseía en el
mundo para poder decir al fin de la vida al
Salvador que habíamos elegido ((**It8.829**)) por
modelo: Ecce nos reliquimus omnia et secuti sumus
te; quid ergo erit nobis? (He aquí que hemos
dejado todo y te hemos seguido; >>qué será de
nosotros?)
Cuando decimos que cada uno de nosotros debe
entrar en la Sociedad, guiado por el único deseo
de servir a Dios con mayor perfección y hacerse el
bien a sí mismo, se entiende el verdadero bien, el
bien espiritual y eterno. Quien busca una vida
cómoda, de bienestar, no entra con buen fin en
nuestra Sociedad. Nosotros ponemos como base la
palabra del Salvador que dice: <>.
Pero >>adónde ir, adónde seguirle, a quien no
tenía ni un Palmo de tierra donde reclinar su
cabeza?
<>
(**Es8.703**))
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