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encontraba mejor, pero el 24, casi a la misma
hora, me volvió la fiebre. Al día siguiente me
encontré bien, pero el 26 volvió el frío y después
una alta fiebre. Estaba el 27 por la mañana junto
a la enfermería cuando pasó don Bosco. Besé su
mano y me preguntó qué me sucedía. Le respondí que
me venía la fiebre un día sí y otro no. Entonces
don Bosco preguntó:
>>->>Hoy es día de fiebre?
>>-No; mañana.
>>-Si te vuelve mañana la fiebre, me lo dices y
yo te daré la bendición.
>>El 29, fatigado por la fiebre, que me había
vuelto ((**It8.816**)) el día
anterior, esperé a don Bosco en el mismo lugar
junto a la enfermería. Pasó él y me preguntó si
tenía fiebre. Le respondí que sí.
>>-Ven a mi habitación y te daré la bendición,
me dijo.
>>Fui contento, me puso de rodillas y él
también se arrodilló. Después de una corta
plegaria a María Santísima, puso una mano sobre mi
cabeza y me bendijo. Entró en aquel momento en la
habitación un alumno aprendiz y don Bosco le dijo:
>>-Reza tú también por este muchacho.
>>Y después me dijo a mí:
>>-Durante estos tres días que quedan del mes
de María rezarás tres padrenuestros, avemarías,
glorias y una Salve ante el Santísimo Sacramento:
pero hazlo con mucha fe.
>>Hice lo que don Bosco me había recomendado y
ya no tuve ni frío, ni fiebre, ni dolor de cabeza.
>>Esta es una gracia obrada por María con
intercesión de don Bosco>>.
Don Joaquín Berto, que era su asistente en el
dormitorio de San José, da testimonio de la verdad
de esta narración.
Llegaron al Oratorio desde Villafranca Piamonte
dos esposos enviados por el clérigo Pignolo,
natural de aquel pueblo, llevando consigo a su
querido hijo de ocho a nueve años, maltrecho y con
las piernas agarrotadas, de tal forma que hasta
entonces no había podido dar un paso por sí mismo.
Pusiéronle ante don Bosco, que le bendijo, y le
mandó se pusiera de pie y echara a andar.
-Ten fe en María Auxiliadora, le dijo, y alarga
el pie estropeado.
El muchacho no se atrevía, pero, obedeciendo al
mandato repetido, sostenido por los padres, se
lanzó, desató sus piernas y se puso a caminar
libremente por sí solo. Al ver aquello el padre
lleno de estupor, exclamó:
(**Es8.693**))
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