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((**Es8.691**) Al carísimo amigo DON JUAN BOSCO Director del Oratorio de San Francisco de Sales He aquí el drama que me invitasteis a escribir para vuestras Lecturas Católicas. El argumento que me propusisteis, tan arduo como noble, no podía, en efecto, ser más oportuno en las circunstancias del año presente, centenario del martirio de los gloriosos Príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo. Cuando el inmortal Pontífice y padre nuestro Pío IX, que impávido rige la navecilla del pescador, sin preocuparse de la tormenta que conmueve al mundo, invita a los Obispos del Orbe Católico a acudir a su lado para celebrar con insólita pompa la solemnidad de aquel faustísimo día; cuando doscientos millones de corazones creyentes, esparcidos por el universo, esperan ansiosos que llegue a ellos el eco de las voces autorizadas, que para su enseñanza y consuelo resonarán aquellos días en el Vaticano; heme aquí dispuesto por vuestro estímulo a ofrecer mi pequeño tributo de alabanza a san Pedro. Escribo para jovencitos, vos lo sabéis; mas no por esto quedará sin fruto mi pobre trabajo; antes espero que lo producirá por duplicado. Los muchachos, cuando hayan aprendido de memoria mis versos, les gustará recitarlos a los mayores; y éstos que no tendrían paciencia para leerlos, los escucharán con agrado de sus labios inocentes, y quedarán conmovidos. Así ha sucedido con los muchachos de este Oratorio de San Felipe Neri; así lo harán los de vuestro Oratorio de San Francisco de Sales; y así lo harán también por toda Italia otros muchos. La gente del pueblo oirá contar agradablemente la importantísima historia de los dos últimos años de la vida de san Pedro, que guarda tan estrecha relación con el dogma de la unidad de la Iglesia y el primado del Romano Pontífice. Esa fue vuestra intención al sugerirme el tema de San Pedro en Roma. Yo he hecho lo posible para realizarlo con todo afán. Veréis, pues, cómo, omitida la primera venida de san Pedro a Roma, bajo Claudio, porque queda muy distante, he procurado ((**It8.814**)) agrupar todos los sucesos de su segunda venida bajo Nerón, sin alejarme de la verdad histórica eclesiástica y profana. De este modo la sencilla exposición de las últimas gestas de san Pedro en Roma, servirá para confirmar provechosamente en el corazón de los fieles la verdad histórica: que desde Antioquía se trasladó Pedro personalmente a Roma, que en Roma pasó los últimos años de su vida, que en Roma derramó su sangre por Jesucristo, y que por consiguiente en Roma está la Sede de San Pedro. Verdad importantísima, que, unida a la verdad dogmática del Primado de jurisdicción que Jesucristo confirió a san Pedro, refuerza en los corazones de los fieles la reverente obediencia al Romano Pontífice, sucesor de san Pedro, vicario de Jesucristo en la tierra, cabeza y maestro de todos los cristianos, centro de la unidad de la Iglesia Católica. Encontraréis, además, en sus correspondientes notas, la cita de las fuentes y aun de muchos textos, de los que he sacado los sucesos y tomado los pensamientos expuestos en mi narración dramática, lo que nunca había hecho cuando publiqué otros dramas sacros. Pero aquí he seguido vuestro consejo oportunísimo, dada la naturaleza e importancia del tema. Si alguien quisiere conocer con mayor precisión la historia de los últimos años de san Pedro, podrá consultar las preciosísimas Observaciones histórico-cronológicas, publicadas en Roma el año pasado en la imprenta Salviucci por monseñor (**Es8.691**))
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