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((**Es8.686**) fieles. Don Bosco hizo que le presentaran un respetuoso saludo, cuya dedicatoria autógrafa se conserva en los archivos: En el suspirado día, -en que su Excelencia Reverendísima,-((**It8.807**)) Monseñor Alejandro de los Condes Riccardi de Netro, -Obispo de Savona, Arzobispo de Turín, -hacía su entrada solemne entre su pueblo exultante, -los sacerdotes, clérigos y alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales, de San José y de San Luis, -del Colegio de San Felipe Neri en Lanzo, -daban modesto testimonio de su tierna y gran veneración filial con estas palabras: etc... Al día siguiente de la solemne entrada,a la que don Bosco asistió con sus sacerdotes revestidos de roquete, los clérigos y todo el personal del Oratorio, fue el Siervo de Dios al Arzobispado, acompañado por don Juan Cagliero, que es quien nos narró esta visita. Fueron introducidos a un salón y presentóse su Excelencia; traslos primeros saludos, les invitó a sentarse y él se sentó también frente a ellos, a una relativa distancia de don Bosco. -Ay, pensó don Juan Cagliero para sus adentros, esto va mal... Efectivamente Monseñor, sin hacer mención de las fiestas del día anterior ni del escrito presentado por el Oratorio, dijo sin más: ->>En qué puedo serviros, don Bosco? -Vengo para encomendarme a su protección a mí y a mi Congregacion. -Bien,bien. -Haremos cuanto podamos para seguir trabajando siempre a sus órdenes. -No lo dudo. -Y no queremos faltar de ningún modo al respeto que le debemos, mientras rogamos a V.E. crea que nuestro más vivo deseo es darle satisfacción en todo. -Estad tranquilo, que yo no os haré guerra alguna. Don Juan Cagliero no podía contenerse: -íMal empieza! repetía entre sí, ímal empieza! Efectivamente, el diálogo seguía seco, seco, y el Arzobispo no daba más que respuestas frías y concisas. Al volver a casa hizo notar don Juan Cagliero a don Bosco aquellas palabras: No os haré guerra alguna, como indicio de no muy buen presagio; ((**It8.808**)) y el Siervo de Dios le respondió sencillamente: -íEsperemos, esperemos! Por aquellos días reinaba la alegría en Turín debido a los muchos prelados que se encontraban en la ciudad para recibir o conferir la (**Es8.686**))
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