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fieles. Don Bosco hizo que le presentaran un
respetuoso saludo, cuya dedicatoria autógrafa se
conserva en los archivos:
En el suspirado día, -en que su Excelencia
Reverendísima,-((**It8.807**))
Monseñor Alejandro de los Condes Riccardi de
Netro, -Obispo de Savona, Arzobispo de Turín,
-hacía su entrada solemne entre su pueblo
exultante, -los sacerdotes, clérigos y alumnos del
Oratorio de San Francisco de Sales, de San José y
de San Luis, -del Colegio de San Felipe Neri en
Lanzo, -daban modesto testimonio de su tierna y
gran veneración filial con estas palabras: etc...
Al día siguiente de la solemne entrada,a la que
don Bosco asistió con sus sacerdotes revestidos de
roquete, los clérigos y todo el personal del
Oratorio, fue el Siervo de Dios al Arzobispado,
acompañado por don Juan Cagliero, que es quien nos
narró esta visita.
Fueron introducidos a un salón y presentóse su
Excelencia; traslos primeros saludos, les invitó a
sentarse y él se sentó también frente a ellos, a
una relativa distancia de don Bosco.
-Ay, pensó don Juan Cagliero para sus adentros,
esto va mal...
Efectivamente Monseñor, sin hacer mención de
las fiestas del día anterior ni del escrito
presentado por el Oratorio, dijo sin más:
->>En qué puedo serviros, don Bosco?
-Vengo para encomendarme a su protección a mí y
a mi Congregacion.
-Bien,bien.
-Haremos cuanto podamos para seguir trabajando
siempre a sus órdenes.
-No lo dudo.
-Y no queremos faltar de ningún modo al respeto
que le debemos, mientras rogamos a V.E. crea que
nuestro más vivo deseo es darle satisfacción en
todo.
-Estad tranquilo, que yo no os haré guerra
alguna.
Don Juan Cagliero no podía contenerse:
-íMal empieza! repetía entre sí, ímal empieza!
Efectivamente, el diálogo seguía seco, seco, y
el Arzobispo no daba más que respuestas frías y
concisas.
Al volver a casa hizo notar don Juan Cagliero a
don Bosco aquellas palabras: No os haré guerra
alguna, como indicio de no muy buen presagio;
((**It8.808**)) y el
Siervo de Dios le respondió sencillamente:
-íEsperemos, esperemos!
Por aquellos días reinaba la alegría en Turín
debido a los muchos prelados que se encontraban en
la ciudad para recibir o conferir la
(**Es8.686**))
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