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((**Es8.684**) se rebajaba el precio a la mitad. Siento el deber de agradecérselo respetuosamente, pues, aunque sin culpa mía haya sido privado del beneficio, sin embargo, después del hecho, no puedo dejar de aceptar con la más sentida gratitud la parte que ahora se me concede. Solamente rogaría respetuosamente se me diera un modelo de billete para presentar en las estaciones, sin tener que elevar cada vez la petición oficial, dado que por esta formalidad se convierte en difícil la concesión, y con frecuencia sin resultado. Hace ya unos días se presentaron tales peticiones, pero el permiso llegó cuando los muchachos ya habían partido. Además, si para todos los muchachos hubiese que hacer vez por vez recurso especial, sería seguramente muy engorroso para los despachos, ya que serían no menos de mil doscientos jóvenes los que dos veces al año, por lo menos, tendrían que recurrir a hacer la petición correspondiente. Yo confío plenamente que usted, dentro de un tiempo más o menos próximo, se dignará decir una palabra en mi favor, y mis pobres muchachos podrán gozar de nuevo de la reducción del ((**It8.805**)) setenta y cinco por ciento, que disfrutábamos al igual que otras entidades de esta clase. En todo caso, cualquiera sea la concesión, en nombre de mis pobrecitos le uro la más profunda gratitud y le deseo todo bien del cielo para usted y para todos los administradores de la Compañía de Ferrocarriles de la Alta Italia, y con todo mi aprecio me profeso, De V. S. Ilma. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Mientras tanto Turín tenía ya nuevo Arzobispo en la persona de monseñor Alejandro Octaviano Riccardi de los Condes de Netro. Había nacido en Biella el 23 de mayo de 1808 y había sido sucesivamente Clérigo y Capellán de la Corte, Canónigo de la Metropolitana, limosnero del Rey Carlos Alberto, y desde 1842 Obispo de Savona. Su característica fue siempre la bondad. Era tan querido en Savona por sus obras de beneficencia que había llorado ante el pensamiento de tener que partir. Había rogado y suplicado varias veces al Papa y al Rey, pero todo fue inútil; tuvo que tomar sobre sus hombros la nueva cruz e ir a Turín. Hasta entonces había sido admirador y muy amigo de don Bosco. Le había visitado en Roma y don Bosco le devolvió la visita. El digno Prelado lo recibió con extraordinaria expansión y le expuso muchos de sus proyectos, entre los cuales, la dirección de los seminarios menores de Giaveno y Bra, y del Seminario de Chieri. Ponía toda su confianza en don Bosco para la educación del Clero. Al despedirse el Venerable, díjole el Arzobispo: -Contad conmigo para todo; quiero ser vuestro afectísimo amigo. (**Es8.684**))
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