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corregirse o modificarse. No obstante, me animo a
esclarecer todas las observaciones que se me han
hecho y que espero podrán dar la debida
satisfacción.
VIDA DE SAN PEDRO
Antes de ponerme a escribir la vida de este
Príncipe de los Apóstoles he procurado leer los
autores antiguos y modernos. Por lo que se refiere
a la Biblia me he atenido a las anotaciones de
monseñor Martini, cuya autoridad es universalmente
admitida. Recurrí, además, a fuentes sacadas de
autores romanos, que hubiesen escrito en Roma,
impreso en Roma, con la aprobación eclesiástica en
general y con la del Maestro del Sacro Palacio.
Por texto he tenido los anales del Padre de la
Historia Eclesiástica, el cardenal César Baronio,
con las observaciones de los Bolandistas y del
abate Luis Cuccagni. Este docto escritor era
Rector del Seminario Irlandés en Roma; escribió la
vida de san Pedro en tres volúmenes, la dedicó a
Su Santidad Pío VII, de feliz memoria. Su obra fue
impresa en Roma el año 1777. Tuvo varios
revisores: el P. A. Racchini, Maestro del Sacro
Palacio, el docto P. Xímenes, General de los
Carmelitas y Consultor de la Congregación de
Ritos. El considera este libro como uno de los más
doctos, más exactos y más católicos; enseguida
tuvo la aprobación del Maestro del Sacro Palacio,
y el Sumo Pontífice aceptó la dedicatoria.
Yo tuve por guía este libro tan recomendado y
dedicado al Sumo Pontífice, y creo no se puede
encontrar un párrafo de mi librito que no esté
sacado fielmente de esa fuente. Todas las más
breves reflexiones morales están tomadas de los
Santos Padres que, generalmente ((**It8.785**)), son
siempre citados. Los demás autores, antiguos y
modernos, todos van anotados cada vez que acudí a
ellos. De estas fuentes he sacado todo lo expuesto
acerca de los hechos del Príncipe de los
Apóstoles.
Terminado el trabajo, lo di a leer a algunas
personas eruditas; después fue entregado para su
revisión al Obispo de Ivrea, expresamente
encargado por monseñor Fransoni de gloriosa
memoria; y se hizo la primera edición en 1854. Los
periódicos católicos hablaron favorablemente;
desde Roma se pidieron varios centenares de
ejemplares. El librito pertenecía a la serie de
los que el Cardenal Vicario recomendó con una
circular a propósito el 22 de mayo de 1858. Acerca
de esta serie fue el mismo Santo Padre quien,
después de agradecer el ejemplar recibido, se
complacía en alabarlo con estas palabras: <>. (Nada
mejor, ni más útil que este modo de hacer, para
favorecer y aumentar la piedad del pueblo) (Carta
del 7 de enero de 1860). Por tanto, yo debía
confiar que este librito no contenía nada
reprensible y, habiéndose agotado la primera
edición, pensé reeditarlo a principios de este
año. Pero antes de presentar un ejemplar en Roma,
creí conveniente oír el parecer de dos personajes
muy autorizados de dicha ciudad, quienes me
animaron a difundirlo por todos los medios que me
fuera posible. Sentados estos precedentes, yo
estaba tranquilísimo sobre la ortodoxia de mi
pequeño trabajo.
ACLARACIONES SOBRE LAS OBSERVACIONES
HECHAS AL LIBRITO
En primer lugar, se observa que algunos hechos
están sacados de libros apócrifos o de inciertas
tradiciones sin distinción, o sea, sin anotar que
no han sido tomados de libros sagrados.
(**Es8.667**))
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