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autoridad lo permitiera. Don Bosco pidió licencia
para ello al Vicario Capitular y, una vez
obtenida, se puso a estudiar su trabajo.
No obstante, la comunicación de dicha
amonestación y la forma en que estaba redactada
fue un golpe doloroso para él que tenía un corazón
muy sensible; solamente su virtud, su devoción al
Vicario de Jesucristo y su amor a Pío IX le
prestaron fuerzas para soportarlo. Sin embargo,
aunque habitualmente apareciese tranquilo y
sereno, en ciertos momentos, debió ser muy grande
su abatimiento. Cuántos pensamientos dolorosos,
que no demostraba, debían venirle a la imaginación
y confundirse en un haz de espinas, ligadas con la
duda: <<>>Y si esto llegase a ser del dominio
público, por confidencias indiscretas o por
malignos intereses, tanto en Roma como en
Turín?>>.
Le parecía una mancha grave sobre el nombre del
fundador de una Congregación religiosa y tal vez
un impedimento para conseguir ulteriores
aprobaciones para su Pía Sociedad y los
privilegios que con tanta insistencia solicitaba.
Además, ante ((**It8.777**)) sus
muchachos, >>no habría podido perder parte de su
prestigio, con daño para las almas y las
vocaciones? Y la desconfianza, >>no se habría
abierto camino también entre los socios
Salesianos, algunos de los cuales eran
continuamente instigados con lisonjeras promesas
para pasarse al clero secular? Y íqué descrédito y
daño para las Lecturas Católicas! Los protestantes
se habrían alegrado al ver destrozada aquella arma
formidable que en vano habían intentado tantas
veces arrancarle de las manos. Pero, sobre todo,
debía sentirse herido en la parte más sensible del
corazón, íal ser acusado de no haber sostenido la
Autoridad Pontifícia! Acusado él, que habría dado
la vida por el Papa, antes de ocasionarle el más
mínimo disgusto.
Pero Dios, que había permitido esta prueba, no
consintió ningún deshonor para su Siervo.
La carta de monseñor Módena anunciando la
decisión tomada por la Sagrada Congregación
llevaba fecha del 29 de abril y el 14 de mayo no
había llegado ni siquiera un rumor al despacho de
la Civiltá Cattolica. El P. Oreglia, escribía el
14 a don Juan Bautista Francesia, pidiéndole
muchas noticias importantes de Turín, y no hacía
la menor alusión a lo que tanto angustiaba a don
Bosco.
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