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((**Es8.656**) don Bosco, quien tuvo que seguir una larga hora bendiciendo y consolando a todos. A la viejecita se la vio después caminando por el pueblo, alegre y sueltamente, con ayuda de un bastoncito, por su avanzada edad. También mi hermano Luis fue testigo de este hecho>>. La causa de tanto entusiasmo y arrebato de fe debióse a que se corrió la voz de que el predicador era un sacerdote santo. Por la mañana había sido invitado don Bosco a visitar a una señora enferma de cáncer desde hacía mucho tiempo. Después de exhortarla a confiar en María Auxiliadora, la bendijo y le señaló el día siguiente para levantarse el día después, que era domingo, para salir de casa e ir a misa, y el final de mes ((**It8.772**)) para ir a Turín a hacer una ofrenda en acción de gracias a María Auxiliadora. Pero, pocos minutos después de que don Bosco saliera de la habitación, la enferma se sintió plenamente curada de su enfermedad, agitó la campanilla, acudió toda la familia y les comunicó que estaba sana. Se levantó, salió de casa, fue enseguida a la iglesia parroquial a dar gracias a la Santísima Virgen, y, antes de que don Bosco dejase aquel lugar, con gran maravilla de todos, fue a verle y entregarle la limosna ofrecida, que fue de tres mil liras. Tenemos también testimonio de este hecho escrito por don Luis Costamagna, quien añade: <>. Al salir del pueblo pronunció el Venerable unas palabras proféticas. La molinera, apellidada Allaria, le presentó a dos hijas suyas, una de doce años buena, tranquila, sencilla y muy devota, y otra de catorce, de natural muy vivo que se presentaba menos seria y, al menos en apariencia, descuidada. La madre puso la pequeña a la derecha de don Bosco y la mayor a la izquierda para que las bendijera; pero, con sorpresa suya, el Siervo de Dios hizo cambiar de sitio a la una por la otra: y, volviéndose a la mayor, dijo: -íEsta se hará religiosa y llegará a un alto grado de santidad! Estaba presente la jovencita Ursula Camisassa, que ingresó después en las Hijas de María Auxiliadora, compañera de la mayor, y oyó claramente aquellas palabras que dejaron pasmados a todos los presentes. Efectivamente, su amiga se hizo religiosa en las Josefinas de Turín, y cuando murió en Bra, la misma Camisassa oyó al arcipreste Appendini leer la carta del párroco en la que anunciaba dicha muerte y decía: (**Es8.656**))
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