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mi hermano Luis y conmigo, que deseaba ver una
maravilla celestial en mi pueblo.
>>La primera persona que se presentó a don
Bosco fue una pobre mujer, ya avanzada en años,
muy derrengada y que se arrastraba sobre dos
muletas. Había oído hablar de la eficacia de las
bendiciones de don Bosco y esperaba. Entonces abrí
mis ojos para observar a la distancia de apenas un
metro la escena que empezaba, y fui testigo de
este diálogo, seguido de un milagro. Don Bosco
empezó diciendo:
>>->>Qué quiere, buena mujer?
>>-íDon Bosco! íTenga compasión de mí! íDéme su
bendición!
>>-De todo corazón; pero >>tiene usted fe en la
Virgen?
>>-íSí, mucha!
>>-Entonces, continuó don Bosco, récela y le
concederá la gracia.
>>-Rece usted, que es un santo; yo no sé rezar
bien.
>>-Tenemos que rezar los dos.
>>-Bien, haré como usted dice.
>>-Entonces, arrodíllese.
>>-íDon Bosco! Hace ya mucho tiempo que no
puedo arrodillarme, tengo las piernas como
muertas.
((**It8.771**)) >>-No
importa, íarrodíllese!
>>Y la pobre mujer, queriendo obedecer, se
apoyaba en las dos muletas e intentaba deslizarse
sobre ellas hasta llegar al suelo; pero don Bosco,
quitándoselas de debajo de los brazos y de las
manos, díjole resueltamente:>>
>>-Así no, así no...; arrodíllese bien.
>>Reinaba entre el gentío un silencio
sepulcral; no se oía respirar;
íhabía más de seiscientas personas presentes! La
mujer se arrodilló en el suelo como por ensalmo y
decía llorando:
>>-Don Bosco, >>cómo tengo que rezar?
>>-íDiga conmigo, replicó don Bosco, tres
avemarías a la Virgen Auxiliadora!
>>Y, después de haber recitado juntos las tres
avemarías, sin que nadie la ayudase, la mujer se
levantó sin sentir los dolores que la atormentaban
hacía años. Don Bosco, sonriendo santamente,
púsole al hombro las muletas y le dijo:
>>-Animo buena señora, ame siempre a María
Auxiliadora.
>>La afortunada mujer se encaminó entre la
muchedumbre a su casa, alabando y dando gracias a
la Virgen y a su bienhechor. La gente, que hasta
entonces había guardado silencio perfecto,
prorrumpió en un prolongado íoh! de admiración y
se abalanzó sobre
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