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a la muerte. Para animarle le había dicho que
desechase todo temor, ya que, de morir, iría al
Paraíso, donde le esperaban toda clase de goces,
de felicidad, de riquezas, etc. El muchacho, ya
más tranquilo, le preguntó si en el Paraíso había
también tomates para comer.
>>-Pues sí, le respondió don Bosco, en el
Paraíso se goza de toda clase de bienes, y también
habrá tomates, con tal de que se vaya allí... y
para ir allí, hay que estar tranquilos, no
afligirse y resignarse a la santa voluntad de
Dios.
>>Hubo risas a costa de los tomates, pero don
Bosco, al contar aquel hecho, quería dar a
entender al enfermo que el desasosegarse de aquel
modo por temor a morir no aprovechaba a un buen
cristiano.
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>>Salimos de la habitación, bajábamos las
escaleras, cuando don Bosco se paró y me dijo:
>>-Mañana estará muerto este enfermo.
>>Y así fue, aun cuando no parecía que su mal
hubiera de llevarle tan pronto a la tumba>>.
A más de la eficacia de las bendiciones de don
Bosco, la Virgen operaba también muchas gracias
con las medallas. Escribía el Siervo de Dios a Sor
María Filomena Cravosio, dominica en Mondoví
Piazza:
Rvda. Señora:
Que las bendiciones del Señor desciendan
abundantemente sobre usted, sobre la señora M.
María Mantundini y sobre todos sus trabajos. Amén.
Le mando unas medallas de María Auxiliadora
bendecidas por el Santo Padre.Distribúyalas con fe
y esperemos mucho de quien mucho puede.
La iglesia dedicada a esta Madre Celestial
sigue adelante y si Ella continúa, como hasta el
presente, concediendo favores extraordinarios,
>>quién no querrá aprovecharse de ellos?
Dios nos conserve a todos en el camino del
cielo. Amén.
Con gratitud me profeso,
Turín, 13 de abril de 1867
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Los saludables efectos de la medalla los
experimentó la misma madre de dicha religiosa, la
condesa Cravosio, quien escribió a don Miguel Rúa,
después de la muerte de don Bosco:
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