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director de estudios, al ver que no había remedio
y que había que enviarlo a casa, pensó presentarlo
a don Bosco, y le acompañó hasta su habitación.
Don Bosco hizo que se arrodillara y le bendijo.
Patarelli se estremeció y, como si despertara y
volviera en sí, exclamó:
->>En dónde estoy?
-En mi habitación, respondió don Bosco; y >>por
qué estás aquí en vez de ir a clase?
-Ni siquiera sé yo cómo he podido venir aquí.
-Entonces vete a clase, porque ya ha sonado la
campana.
Y el muchacho, lleno de alegría, corrió a
clase. íEstaba totalmente curado!
El canónigo arcipreste José María Cantú
Cancelli escribía, desde Tortona, el 15 de abril
de 1867, al Veneradísimo y queridísimo don Bosco:
<>.
Un antiguo alumno escribía a don Juan Bonetti
el año 1888: <((**It8.755**)) rezar
por ella. íOh, prodigio de las plegarias de don
Bosco! Mi hija curó inmediatamente y el médico,
después de haberla examinado, exclamó admirado:
-íEsto es un milagro!>>.
A fines del mes de abril o primeros de mayo de
1867, don Bosco fue llamado, desde Vercelli, para
visitar a una Marquesa enferma, que pedía su
bendición, dispuesta a entregar quinientas liras
para la iglesia, si curaba. Hacía varios meses que
estaba enferma; parecía casi incurable, estaba sin
fuerzas, y yacía en cama. Don Bosco fue, bendijo a
la enferma y salió luego a la ciudad para resolver
algunos asuntos. No había llegado muy lejos de la
casa de la Marquesa, cuando oyó una voz que le
llamaba y sintió una mano sobre sus
(**Es8.641**))
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