((**Es8.64**)
Fui a mi habitación y, después de haber
trabajado un rato, vinieron a decirme que el
enfermo empeoraba por momentos. Acudí
inmediatamente y pude comprobar que se había
agravado mucho más, pero no me pareció que su
muerte fuese cosa inminente. Por tanto, me dispuse
a volver otra vez a mi habitación. Pero el enfermo
volvió a abrir los ojos, emitiendo el mismo grito:
-íAh, ah, ah!
El pobrecillo, siempre que me alejaba, se daba
cuenta.
Después de unos instantes vino Rossi a
llamarme. Corrí al lecho del moribundo:
efectivamente, había entrado en agonía; ya no
respiraba, pero su pulso latía aún. Unos minutos
después, dando un suspiro, entregaba su alma al
Señor.
Ferraris había contraído un resfriado que
degeneró en la pulmonía que lo llevó a la tumba.
Sufrió muchos dolores con verdadera resignación,
sin proferir un lamento. La muerte no le infundía
temor, no tenía nada que le causase
remordimientos.
Cada uno de nosotros, mis queridos hijos,
debería desear haberse encontrado en el lugar de
Ferraris. Tengo la seguridad de que fue derecho al
paraíso y de buena gana cambiaría mi puesto por el
suyo. A pesar de ello, mañana se rezará el rosario
de difuntos en sufragio de su alma.
Los condiscípulos acompañarán mañana por la
tarde sus despojos a la parroquia.
Termino con una advertencia. Cuando yo anuncie
desde aquí que algún otro tiene que morir, por
favor, guardad secreto, pues hay algunos que se
asustan demasiado ante estos avisos y escriben a
sus padres para que los saquen del Oratorio,
porque don Bosco anuncia continuamente que alguien
tiene que morir...
Pero, decidme: si yo no lo hubiese anunciado,
>>se habría preparado Ferraris tan bien para
presentarse ante el tribunal de Dios?
Es cierto que era un excelente muchacho, pero,
en el trance de la muerte, >>quién puede creerse
absolutamente preparado para sufrir el riguroso
juicio del Señor? Ferraris tuvo la suerte de que
se le avisara. Pero, de ahora en adelante, no diré
nada; no lo avisaré.
(Muchas voces: No, no. Dígalo, dígalo.)
Y a los que tanto temen a la muerte les digo:
-Hijitos míos, cumplid con vuestro deber, no
tengáis malas conversaciones, frecuentad los
sacramentos, sed sobrios y la muerte no os
asustará.
Al anunciar la muerte de Ferraris, don Bosco
había dicho: No uno, sino muchos, morirán antes de
que pase mucho tiempo.
((**It8.60**)) Al
releer el contexto de aquella charla, se da uno
cuenta en seguida de que las palabras de don Bosco
tenían un significado muy genérico, basado en la
brevedad de la vida; no obstante, como consta en
el Necrologio y en los registros parroquiales,
hubo otros varios del Oratorio que pasaron a la
eternidad en aquel mismo año, como más adelante
veremos.
Mientras instruía de palabra a sus alumnos,
continuaba su misión al pueblo con las Lecturas
Católicas. Para marzo y abril salieron las
Memorias históricas del teólogo Juan Ignacio
Vola,(**Es8.64**))
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