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no sólo por lo que a él toca sino también en
cuanto a gestionarlo ante el Arzobispo de Turín.
No deje V. S. de cultivar este buen elemento y, si
lo cree oportuno, escriba también a monseñor
Cerruti felicitándole por su promoción y al mismo
tiempo hágale la indicación de que <>. Esta carta le será muy
grata y, creo yo, muy oportuna. Para su norma, me
dice monseñor Cerruti que Riccardi trata de
retardar por todos los medios su entrada en Turín.
Pero es cierto que el Santo Padre solicita la
partida de Cerruti para que esté cuanto antes en
Savona. Será consagrado por el cardenal Di Pietro,
en la primera fiesta después de Pascua. Esto en
reserva, para su norma.
El Cardenal Vicario.-Le saluda con todo afecto.
Antes de la carta que ya hace días le envió, que
supongo habrá leído V. S., me comunicó la que V.
S. le había escrito a él, y es más, me entregó los
folios Super animadversiones (Acerca de las
advertencias), etc., para que los leyera y, por
cierto, los tengo todavía conmigo. Me aseguró que
ya había hablado con el cardenal Quaglia en favor
del asunto, pero me manifestó una gran
perplejidad, de su parte y de la de Quaglia, para
consentir en el privilegio que se pide para los
ordenandos de su Institución. Le parece a él que,
si antes no se realiza la aprobación en general
por la Santa Sede y no ha pasado cierto número de
años, no puede concederse tal privilegio. Yo no
dejé de influir de otro modo con varias razones
sobre el ánimo de Su Eminencia y, finalmente
concluí el coloquio persuadiéndole a que
cooperase, si no en más, al menos para que se
concediera por ahora a un número determinado de
ordenandos, de veinte o treinta por ejemplo. Más
tarde se irán pidiendo las prórrogas de este
indulto, de modo que, después de cierto tiempo, la
concesión será perpetua y estable.
Iglesia libre dentro de un Estado libre.-Esta
solemne utopía, utopía de las utopías, es la que
yo he negociado, entre otras cosas con el Cardenal
Vicario, y la sigo negociando con otros aún, en
favor de sus Constituciones, para demostrar que,
en el caso de que produjese esta imposible
separación de entes, Iglesia y Estado, el Estado
queriendo servirse de todos sus hombres aptos para
la guerra, haría imposible la ordenación de los
clérigos, salvo el restringidísimo número
designado para cada diócesis. Entonces, >>cómo
podrían los Obispos atender a los alumnos de su
Instituto?
Y el Instituto >>cómo podría subsistir, si a
las trabas que pone el Estado, se añadiesen las
trabas con que le liga la Iglesia? Además, una vez
admitido el privilegio de ordenar a los jóvenes
alumnos independientemente de los Obispos y dado
el hecho de que los alumnos del nuevo Instituto
son italianos o extranjeros, el Instituto,
acomodándose a las circunstancias, aceptará con
preferencia a los corsos por ejemplo, a los
malteses, a los pontificios y a otros ((**It8.740**)), los
educará, hará de ellos buenos sacerdotes, no
sujetos, por su nacionalidad a las leyes de
Italia, y mientras tanto la Religión se
beneficiará en Italia y fuera de ella del trabajo
de estos nuevos ministros y esta Institución dará
con tal método a la Iglesia y a la sociedad libres
ciudadanos y santos eclesiásticos, muy útiles para
el bien de ambas.
Sobre las advertencias.-En los folios enviados
por V. S. al Cardenal Vicario sobre las
advertencias, no he visto anotados dos Institutos
muy recientes, que hasta ahora han gozado y siguen
gozando del privilegio que nos ocupa. El primero
es la congregación de los sacerdotes llamados
Palotinos, para los cuales el cardenal
Lambruschini obtuvo del Papa Gregorio XVI esta
facultad, viviendo todavía el fundador don Vicente
Pallotta. El otro es la congregación polaca de los
Sacerdotes de la Resurrección, instituída en Roma
en la iglesia y casa de san Claudio de los
Borgoñones, a
(**Es8.628**))
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