((**Es8.62**)
asistencia durante varios días, la buena señora,
que consideraba a don Bosco como a un santo,
tomando aparte a Bisio le preguntó:
->>Qué dice don Bosco de mi hijo? >>Morirá o
vivirá?
->>Por qué me pregunta eso?, replicó Bisio.
-Para saber si debo quedarme o volver a mi
casa.
((**It8.57**)) ->>Y
usted en qué disposición de ánimo se encuentra?
-Soy madre y, naturalmente, quiero que mi hijo
sane. Por lo demás, que el Señor haga de él lo que
juzgue mejor.
->>Le parece estar resignada a la voluntad de
Dios?
-Lo que haga el Señor, bien hecho está.
->>Y si su hijo muriese?
-íPaciencia! >>Qué íbamos a hacer?
Bisio, al ver aquellas disposiciones de ánimo,
después de dudar un poco, añadió:
-Entonces, quédese; don Bosco ha asegurado que
su hijo es un buen muchacho y que está bien
preparado.
Aquella madre cristiana comprendió; derramó
unas lágrimas, sin hacer ninguna escena
desagradable, y después de aquel desahogo natural
de su dolor, dijo:
-Si es así, me quedaré.
Bisio le había dicho anteriormente que no se
marchase, porque, calculando sobre el día para el
cual se había fijado el ejercicio de la buena
muerte, según la profecía de don Bosco, no le
quedaban a su hijo más de cinco o seis días de
vida.
Antonio Ferraris murió el jueves, 16 de marzo,
por la mañana. Había recibido todos los auxilios
de la Religión. Estaba para entrar en agonía
cuando he aquí que apareció don Bosco, se acercó
al lecho y le sugirió unas jaculatorias; le dio la
última absolución y le recomendó el alma.
Esta muerte tuvo lugar antes de que se hiciese
en el Oratorio el segundo ejercicio de la buena
muerte.
Juan Bisio, que expuso bajo juramento la
intervención que tuvo en este hecho, concluye su
relato con estas palabras: <((**It8.58**))
de que quien moría en el Oratorio, bajo la
vigilancia y asistencia del siervo de Dios, tenía
que ir necesariamente al paraíso>>.(**Es8.62**))
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