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que, hablando con don Bosco del nuevo alumno de
nuestro Seminario, él que estaba acostumbrado a
recibir visitas y limosnas de la familia Richelmy,
dijo:
-Veréis, veréis lo que un día será este
virtuoso clérigo.
Y el feliz presagio no pudo tener mejor
cumplimiento: llegó a ser Cardenal Arzobispo de
Turín.
Aun en medio de la tarea de la catequesis, don
Bosco no se olvidaba de los demás asuntos, y ni
siquiera de llevar a buen término la tómbola. Ya
en los primeros días del mes había enviado a la
imprenta y publicado una nueva circular:
Benemérito Señor:
Estando para acabar el plazo del sorteo de la
tómbola, recomendada tantas veces a la caridad de
V. S., siento especial necesidad del apoyo de su
mano benéfica.
Los acontecimientos públicos del año pasado
estancaron el despacho de boletos. Acepte todavía
este último envío y vea si, de algún modo, puede
quedarse a colocar las N... decenas que le
adjunto. Hay tiempo hasta el 1.° de abril, día en
que se celebrará el sorteo público. Le ruego, por
tanto, que, quince días antes, se sirva devolver a
la sala de la exposición los boletos que no desea
quedarse. Si conociese alguna persona caritativa
que pueda comprar algunos más, le ruego de corazón
se los proporcione, porque quedan todavía muchos
por vender.
Que el Señor, rico en gracias y bendiciones,
recompense generosamente su beneficiencia y
conceda salud y días felices a usted y a todos los
que de algún modo concurren a hacer el bien a los
muchachos pobres que la divina Providencia me ha
confiado y a terminar las obras de la iglesia,
cuya construcción sigue adelante.
Con la más sentida gratitud tengo el honor de
profesarme,
De V. S. Benemérita
Su seguro servidor
JUAN BOSCO,Pbro.
Oratorio de San Francisco de Sales. Turín -
Valdocco
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íResulta increíble el cúmulo de cartas expedidas y
recibidas en el Oratorio! Una de éstas, dirigida a
don Bosco, nos da a conocer algo de lo que hizo en
Bolonia a su vuelta:
Bolonia, 10 de marzo de 1867
Muy Reverendo Señor:
Ya he mandado los boletos destinados al Rvmo.
monseñor Canzi, al Rvdo. Lanzerini, al marqués
Próspero Bevilacqua y a la condesa Sassatelli.
No se puede usted imaginar cuánto hemos
sentido, mi marido y yo, no haber podido obtener
que usted prolongara un poco su gratísima visita;
pero nos consuela la solemne promesa, hecha ante
dos testigos, de que no tardará mucho en repetirla
más despacio; esperamos que no se olvidará de la
promesa y que tomará sus medidas, no
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