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Eran los días del carnaval y en el Oratorio se
alternaban con regocijo los juegos y las
representaciones teatrales con las prácticas
religiosas. Don Bosco había vuelto a ocupar su
puesto en el confesonario, con. alegría de muchos
jóvenes deseosos de abrirle el corazón. El martes,
5 de marzo, se hizo el ejercicio de la buena
muerte y el padrenuestro que se acostumbra rezar
<> ayudó al alma del alumno ((**It8.723**))
Cipriano Fogliani de Santa Dominica (Suiza). Moría
precisamente aquel día en su casa; un mes más
tarde escribía el párroco a don Bosco:
Santa Dominica,
17 de abril de 1867
Reverendo Señor:
Ha pasado ya un mes desde el día en que debía y
quería haberle escrito la presente...
íCipriano Fogliani ya no existe! Pocos días
después de su llegada al pueblo, cayó en cama para
no levantarse más, hasta ser llevado a la
sepultura. Durante el curso de su larga
enfermedad, ha dado pruebas sublimes de cristiana
resignación, sin desconcertarse en absoluto por su
dolor en las entrañas. Su diaria oración al Señor
y a la Santísima Virgen, era ésta:
-Si sanando puedo salvarme, haced que yo sane;
pero hágase en todo vuestra santa voluntad.
Recibió todos los auxilios de la Religión; se
confesó varias veces durante la enfermedad y la
última vez un cuarto de hora antes de expirar.
Mientras yo recitaba las oraciones de los
agonizantes, él las seguía mentalmente y las
repetía moviendo los labios moribundos y besando
el crucifijo con gran edificación de todos los
presentes. La muerte de este buen joven ha causado
tal impresión en la población que a duras penas
hemos podido cantar el oficio y la misa de
difuntos, aunque la iglesia estaba llena de gente.
Murió el 5 de marzo de 1867, a la edad de
catorce años.
Fray PRUDENCIO
Capuchino
de Cavallermaggiore,
Párroco de Santa Dominica
Después del carnaval, habló don Bosco a los
alumnos varias noches seguidas sobre las cosas
vistas en Roma: las basílicas, las tumbas de los
mártires, los anfiteatros, los monumentos que
recordaban grandes milagros, sacando de todo
alguna máxima moral que les animase a santificar
la cuaresma. Solamente una de estas charlas se
recuerda en nuestras Memorias, y es la de la noche
del día 7.
En San Pedro del Vaticano hay una pila para el
agua bendita verdaderamente bella. La concha está
sostenida por un grupo, que representa la
tentación. Hay un horrendo demonio, con cuernos y
rabo, que corre tras un muchacho para atraparlo.
El pobrecito huye, pero está a punto de caer en
las garras del asqueroso animal: levanta
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