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Desde el primer momento de su llegada a Turín,
en medio de todos sus pensamientos tenía también
presentes a los alumnos del colegio de Lanzo,
quienes, estando él en Roma, le habían escrito una
carta llena de afectuosos saludos y firmada por
todos; y aún no habían recibido respuesta. Por eso
había encargado al Director, llegado a Turín para
las fiestas de San Francisco de Sales y la
conferencia, que volviera lo antes posible a sus
muchachos para comunicarles los sentimientos que
él había expresado a los del Oratorio, sugiriendo
lo que además quería les fuera dicho. Y el
Director hablaba así en Lanzo la noche del 4 de
marzo.
Queridos hijos míos: voy a cumplir esta noche
el encargo que don Bosco me ha dado de hablaros en
su nombre. íOs ha nombrado con mucho amor! Me dijo
que os tenía siempre presentes en la memoria,
siempre esculpidos en el corazón; que en sus
oraciones ocupabais el primer lugar, que mientras
celebraba la santa misa, en el momento de la
elevación decía siempre a Jesús que os bendijese y
que un solo sentimiento le dominaba: volver a
estar entre vosotros, gozar de vuestra compañía, y
regocijarse con vuestra alegría. Sois sus hijitos
>>y no queréis que os ame? Cuando entraba en los
dorados salones de los príncipes ((**It8.722**)) en
medio de lo más florido de la nobleza romana, la
conversación caía sobre vosotros que sois su
corona y su gloria. Si se entretenía en las
galerías del Vaticano con cardenales y con otros
prelados, era su satisfacción hablar de vuestra
piedad, de vuestra compostura en la iglesia y de
la frecuencia con que recibís los sacramentos.
Mandaba llamarle el Santo Padre y encontraba
consuelo hablando de vosotros y oyendo que sois
buenos cristianos y verdaderos hijos de la
Iglesia. Don Bosco visitaba también otros colegios
y gozaba al escuchar los aplausos de aquellos
muchachos, porque en sus rostros le parecía ver
los vuestros y al oír sus voces le parecía oír las
vuestras.
Don Bosco me dijo también que algunas veces
había venido a visitaros en espíritu, a pasear por
vuestras galerías, a dar vueltas por vuestros
dormitorios, para observar vuestra conducta y que,
cuando venga, os dirá algo a este respecto.
Ahora que ha regresado de Roma, íno creáis que
ha vuelto con las manos vacías, no! Ha traído un
bonito regalo para todos; una medalla y tal vez un
rosario para cada uno, bendecidos por el Papa y
como recuerdo de su viaje a Roma. Más aún, cuando
venga a visitaros dará a cada uno una hojita en la
que están impresos los favores, las indulgencias y
las bendiciones que el Santo Padre os concede. Con
todo esto podéis comprender cuánto os quiere don
Bosco.
Ha sentido de veras no haber respondido a
vuestra carta, que tanto le agradó. La leyó muy
complacido. Había encargado a don Juan Bautista
Francesia que os contestase en su nombre, pero
éste, distraído con sus muchas ocupaciones, se
olvidó; escribió a Turín, a Mirabello, pero se
olvidó de Lanzo. Don Bosco desea reparar este
fallo y os escribirá él mismo. No quiere que sean
olvidados sus amados hijos de Lanzo.
>>Estáis contentos así? >>Y sabéis por qué don
Bosco os quiere tanto? Amigos míos, tenéis una
alma redimida con la sangre de Jesucristo, estáis
destinados a ser príncipes en el Paraíso y un día,
si lo merecéis, habitaréis con los ángeles, en
compañía de la bienaventurada Virgen María. Animo,
pues. Amad a don Bosco y amad vuestra alma.
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