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El había obtenido del Papa todo lo que había
pedido. Además de las indulgencias ya dichas, Pío
IX había concedido licencia a los sacerdotes para
bendecir rosarios y medallas, y además indulgencia
plenaria cada vez que celebraran la santa misa;
asimismo, facultad para leer y guardar libros
prohibidos. Estos privilegios eran personales y,
por consiguiente, se referían solamente a los que
se encontraban en casa aquellos días. Y como si
esto no bastara, todas las indulgencias y favores
concedidos al Oratorio se habían extendido a los
colegios de Mirabello y de Lanzo.
Don Bosco había traído también para cada uno de
sus hijos un crucifijo, bendecido por el Papa con
cuatrocientos días de indulgencia cada vez que se
besare, o se diera a besar a otros; e indulgencia
plenaria para cuantos lo besaren en punto de
muerte.
Después de haber expuesto todo esto a los
Salesianos, con el alma llena de afecto hacia el
Pontífice y hacia sus muchachos, habló a éstos
después de las oraciones de la noche.
He aquí unos apuntes de lo que dijo a toda la
comunidad:
Pío IX me ha preguntado:
-Don Bosco, >>Me aman vuestros jóvenes?
-Santo Padre, >>que si os aman?, le respondí;
íos tienen en el corazón! íLlevan vuestro nombre
entrelazado con el de Dios!
íQué gran Pontífice! En sus aflicciones, en sus
dolores, y entre los muchos cristianos que se
atreven a declararle la guerra, él encuentra su
consuelo oyendo que vosotros le amáis.
Recordad la limosna de cuatrocientas liras que
mandó al Oratorio no hace mucho con estas pocas
palabras: -Un padre pobre a sus hijos pobres.
Pero él ha querido daros más pruebas del cariño
que os tiene y os ha concedido lo que casi nunca
se concede. Don Bosco le pidió para vosotros
indulgencia plenaria para cada vez que comulguéis,
más aún, ((**It8.720**))
indulgencia in artículo mortis, aun cuando no haya
presente un sacerdote autorizado para daros la
bendición papal; y todavía más, la indulgencia
plenaria una vez al mes, en forma de jubileo, en
el día del ejercicio de la buena muerte.
Cuando hice estas peticiones, Pío IX permaneció
pensativo un instante y en silencio; y después
exclamó:
-Hagamos un esfuerzo de nuestro poder. Hasta
ahora no he concedido a nadie lo que pedís; pero
ía Vos os lo concedo!
Yo, dudando de que el Papa no hubiese
comprendido toda la extensión de mi súplica,
añadí:
-Estas gracias: >>son solamente para algunos?
Quería yo decir si solamente eran para los
socios de la Congregación o si también para sus
alumnos.
Pío IX replicó:
-Si debo concederlas para algunos, >>por qué no
para todos?
Así que de ese modo fueron comprendidos todos
los muchachos actualmente
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