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Seguimos la narración. El 26 de febrero,
después de la visita a las familias Altieri y
Vitelleschi, volvía don Bosco a casa del conde
Vimercatti para pasar con él las últimas horas de
su estancia en Roma.
Condescendiendo a sus ruegos, permitió que le
fotografiasen en acto de bendecir a don J. B.
Francesia, al señor Pardini, maestro de la casa y
a su hijo, arrodillado también. Parece que alguno
deseaba que este retrato se pusiera a la venta y
corrió la noticia; pero no se hizo más que una
limitada distribución de copias para los amigos
íntimos y bienhechores. En efecto, en el mes de
julio llegaron cartas al Oratorio pidiendo este
retrato, mas hubo que responderles que ya no había
copias.
Por la tarde sostuvieron el Conde y don Bosco
cordialísimas y conmovedoras conversaciones. Y aún
dio audiencia en aquellas últimas horas a personas
que insistían en hablarle. Un sacerdote, al que
recibió aquella misma tarde, antes de la partida,
le escribió a Turín al cabo de unos días:
Roma, 8 de marzo de 1867
Muy apreciado don Juan:
Durante el tiempo que usted estuvo en Roma,
tuve un día el honor de ser recibido en audiencia:
en ella le expuse el motivo por el que había
acudido a usted, a saber, que encontrándome en
Roma por razón de estudios, rogaba a Vuestra
Señoría pidiese al Señor me concediese las luces
necesarias para poder con su divina ayuda aprender
bien las ciencias necesarias para un sacerdote y
ministro de Dios. Usted me respondió que me
encomendase a la Virgen ((**It8.707**))
repitiendo a menudo Asiento de la Sabiduría, ruega
por mí, y que también rezase cada día un
padrenuestro al Patriarca san José. Lo mismo me
recomendó usted la segunda que fui a verle,
precisamente en la tarde, víspera de su partida de
Roma. Yo, aunque indignamente, practico las
devociones recomendadas, tanto que he empezado el
mes dedicado a san José; y espero que la gracia me
será concedida con la ayuda divina.
Mientras tanto le escribo a usted la presente,
rogándole de nuevo me ayude con sus oraciones a
obtener dicha gracia, esto es, alcanzar del Señor
las luces necesarias para aprender las ciencias
que se me enseñarán. Sí, queridísimo hermano,
hágame esta caridad, ruegue, ruegue mucho, y
obténgame la gracia que tanto anhelo; pongo toda
mi confianza en usted, ya que estoy seguro de que
sus oraciones son muy aceptadas y queridas por
Dios. Le prevengo que seguiré escribiéndole con
frecuencia, hasta obtener lo que tanto deseo. Por
mi parte, le prometo que le tendré presente cada
mañana en el santo sacrificio. Beso humildemente
su mano y me profeso con todo aprecio
Su
seguro servidor
MARTIRE STALLONI, Pbro.
P.S. -Dígnese Su Señoría responderme a la Calle
San Ignacio, número 23 - 4.¦ planta.
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