((**Es8.593**)
-íGracias, don Bosco, gracias! íEl Señor le ha
enviado!
Toda la familia le rodeó y quiso que les
bendijera, después de haber recibido una medalla
de María Auxiliadora.
A las diez y tres cuartos dejaba aquella casa,
bendecido por todos. Seguramente que el Angel del
Señor se pondrá junto aquel infeliz y no se moverá
de su lado más que para acompañarle al cielo.
(Efectivamente, moría poco después).
-íSe muere tan bien después de una visita de
don Bosco!, dicen los enfermos romanos.
Pero ahora yo querría decir a nuestros hijos
del Oratorio:
-Queridos jóvenes; >>sabéis por qué este joven
no quería confesarse en punto de muerte? Porque
durante la vida no había practicado; es más,
despreciaba este sacramento. Pero el Señor en su
infinita misericordia, movido por las oraciones de
su pobre madre, le otorgó una gracia que no
concede a todos los que tienen la desdicha de
obstinarse en el mal...
Una medallita recibida de las manos de don
Bosco es tenida como un tesoro. Para obtener una
de éstas, se hacen varios viajes hasta nuestra
casa. Se alcanzaron en muchos sitios felices
resultados de curación. Una enferma en un hombro,
desde hacía mucho tiempo, aplicó este remedio y en
breve tiempo quedó completamente curada. Pero
advierta que en casi todos los lugares adonde don
Bosco no acudió, pero rezó desde lejos, se
obtuvieron favores; en otros, rara vez. Usted dirá
que esto es un verdadero misterio y yo soy del
mismo parecer.
A estas horas ya sabrá quién es el Arzobispo de
Turín; se anunció por telégrafo. No quería
aceptar; pero al fin obedeció la voz que partía de
San Pedro.
((**It8.698**)) También
nosotros escuchamos esta voz, quizás por última
vez, la tarde del jueves. Bendijo a don Bosco, a
su clero, a la archidiócesis de Turín, a todos los
centros de beneficiencia, a los Oratorios, con la
más tierna efusión de su corazón.
El siente que debe ser un instrumento de la
divina Providencia para el Oratorio y por eso le
da gracias. Agradeció también a todos los que
desde Turín le habían socorrido en su pobreza.
Dijo que pensaba en ellos, y hasta habló de
nuestro óbolo. No se le escapa una. Hablando de la
Pía Sociedad de San Francisco de Sales, entre los
consejos que dio a don Bosco para la fundación de
nuevas casas, expresó dos:
1.° No poner nunca las casas, especialmente las
escuelas para aprendices en lugares pequeños,
porque las envidias, las habladurías y la
curiosidad acarrean muchos males.
2.° No poner muchas casas en una misma ciudad o
en dos ciudades cercanas. La autoridad
eclesiástica, la civil, las otras corporaciones
podrían recelar de la influencia que se llegaría a
ejercer en muchos de los moradores de la ciudad.
Al llegar a este punto, diremos que el Sumo
Pontífice suscribió, de su puño y letra, la
siguiente súplica que don Bosco le presentó:
Beatísimo Padre:
El sacerdote Juan Bosco, deseando dar una
prueba de gratitud al sacerdote Pedro Vallauri de
la diócesis de Turín, se postra a los pies de V.
B. y pide, como especial favor, la facultad para
que él pueda celebrar la santa misa el Jueves
Santo, sirviéndose de la misma donde creyere que
es más conveniente para mayor gloria de Dios;
(**Es8.593**))
<Anterior: 8. 592><Siguiente: 8. 594>