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que el 28 querría estar en Turín. Si los romanos,
y los que por su estancia aquí y por su espíritu
pueden considerarse tales, se dejaran llevar por
los movimientos del corazón se negaría el visado
al pasaporte de don Bosco. Sin querer valorar sus
reflexiones, que, aunque justas en sí mismas, el
quererlas valorar sería en sí una falta de
respeto, pudiendo suponer incitación a partir,
diré en general, que he recibido su carta en la
que están expresados sus deseos de la vuelta de
don Bosco. Si le llego a ver y puedo besar su
mano, la misión quedará cumplida; en caso
contrario, sabrá disculparme. Yo no sabía cómo
responder al caritativo servicio que me pide,
inseguro como estoy de si se debe considerar como
caridad acelerar la partida o prorrogar la
estancia que, aunque se prolongara dos meses más,
no serían suficientes para dar rienda suelta a
todos los anhelos religiosos de verle y recibir
sus consejos.
La vida que don Bosco ha llevado es de agotamiento
y la mano visible de la Providencia lo sostiene,
lo anima y también nosotros confiamos en esta
poderosa y benéfica ayuda.
Roma está tranquila y lo estará siempre porque
ubi, Petrus, ibi Ecclesia (donde está Pedro allí
está su Iglesia) y portae inferi non praevalebunt
(las puertas del infierno no prevalecerán). Debido
a las advertencias de don Bosco, mi permanencia
aquí está más segura y la creo necesaria para mi
bien y el de mi familia...
ESCIPION,
CONDESTABLE DELLA STAFFA.
Monseñor Rota, avisado por don Juan Cagliero de
la próxima llegada del Venerable, le respondía el
25 de febrero:
<>.
Eran ya los últimos días de la permanencia de
don Bosco en Roma y también don Juan Bautista
Francesia escribía a Turín:
Roma,
23 de febrero de 1867
Muy querido Caballero:
Esta mañana ha salido en barco el joven
impresor, con otro compañero. Este, recomendado
por monseñor Pacifici, entra como fámulo. No sé en
qué condiciones;don Bosco las dirá. Tal vel sea
para compensar los grandes y señalados favores que
nos ha otorgado este buen Monseñor. Cuando estos
jóvenes lleguen a Turín, nosotros partiremos de
Roma. Se está tramando impedir nuestra partida.
Hubo quien ofreció veinte escudos ((**It8.696**))
diarios, desde el lunes, por cada día que don
Bosco permanezca en Roma. >>Aceptará? Y, sin
embargo, es preciso que parta. Es imposible que
aguante esta vida. No come, no duerme y sufre
dolores. No son cosas nuevas, pero ahora don Bosco
me da lástima.
No es necesario decirle que su fama va siempre
en aumento y que siempre es deseado por los
infelices y por los afortunados. Si, al marchar
pudiese dejar algún buen recuerdo, por ejemplo, a
sí mismo, haría algo muy grato. Es un tema muy
delicado hablar de partir. No se quiere oír esta
palabra. Debe confortarnos mucho a nosotros sus
hijos, el ver que su larga estancia no ha podido
apagar todos los deseos. >>Qué digo todos? Ni
siquiera la mitad, ni tampoco la décima parte. De
todos
(**Es8.591**))
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